- Menos mal que has venido. Tía, que yo ya me imaginaba que
esto iba a ser una especie de circo, pero no esperaba encontrarme a la mujer
barbuda. ¡Joder, es que Madame Brie tiene barba!
- Bendito sea, Marta, ¡qué me estás contando! ¡Madre qué
frikismo! – dijo Ana María con cara de estupefacción al tiempo que se
descalzaba.
- Están ya todos en la sala del fondo. Concentrados… no sé si
están meditando. Y ya verás la pinta de la tal Madame Brie, no digas que no te lo
he advertido. Me daba palo entrar hasta que no llegases tú – respondía una Marta
algo nerviosa.
Marta y Ana María se preparaban para asistir de observadoras a
un taller de Constelaciones Familiares en el Instituto de Madame Brie, una de
las discípulas más reconocidas de Bert Hellinger, precursor de esta terapia
alternativa.
A Marta, que repetía determinados patrones conductuales, le
recomendaron que probara los beneficios de las constelaciones. Su atención
difusa y su mala memoria, le hizo interpretar lo que le habían contado sobre las
constelaciones familiares, como el que juega al teléfono escacharrado. Y así se
lo transmitió a Ana María:
- Tú estás ahí en una habitación con un montón de gente que
no conoces de nada, y ellos tampoco saben nada de tu vida. Entonces cada uno de
ellos representa a los miembros más importantes de tu vida; yo que sé, a tus
padres, al amor de tu vida, a tu abuela… Pues en función de cómo te comportas
tú con ellos, ellos te responden. Por ejemplo, a lo mejor tú no has sido
agresivo cuando te has dirigido a la que hace de tu madre, pero resulta que tu
“madre” te responde a la defensiva; y esa tipa no tiene ni idea de por qué te responde
así; simplemente su reacción es consecuencia de lo que tú le has dicho. Y lo
curioso es que esa persona justo está actuando como solía hacerlo tu madre. Es
flipante, porque te ayuda a entender cosas. Yo que sé, que a lo mejor resulta
que el problema está en cómo dice uno las cosas de manera inconsciente y resulta
que lo has estado haciendo mal toda tu vida. Joder, no sé, a mí me suena a
juego de rol, es algo muy friki, pero chica ¿y si funciona? ¡Constelémonos!
Cuando se lo proponía, Marta podía ser muy convincente. La
intensidad con la que lo vivía todo, y ese arte que tenía para adornar cada
historia que contaba, convirtiéndolas en interesantes, hacían que para ella
fuese fácil salirse con la suya muy a menudo. Además sabía que podía contar con
Ana María para todo lo que estuviese relacionado con terapias alternativas
sanadoras, por eso de la “solidaridad depresiva” de la que solía hablar,
refiriéndose a los estados de tristeza que ambas habían compartido y que aún
trataban de superar.
Descalzas, atravesaron el suelo enmoquetado de la sala para
sentarse junto a Madame Brie. La gurú, que vestía de rosa de pies a cabeza, había
solicitado que los nuevos se situaran a su lado. Al aproximarse, Marta se dio
cuenta de que su miopía le había jugado una mala pasada: Madame Brie no tenía
barba, sino una tremenda sombra amoratada que le cubría el bigote y la barbilla
en forma de perilla.
- Antes que nada tengo que decir que vengo del dentista, por
eso tengo la cara así – dijo Brie.
Marta se sintió decepcionada, porque lo de contarle a sus
amigos que había ido a una terapia con la mujer barbuda, le habría dado mucho
más juego en su dramatización acerca de su experiencia.
Una a una se fueron presentando las 25 personas que llenaban
la sala. Dijeron su nombre y sus intenciones con respecto a ese taller, y todas
coincidieron en que el fin era sanarse y compartir su bienestar. Ana María y Marta
se miraron con complicidad, coincidiendo en que de momento, la cosa parecía
pintar bien.
Sin más explicaciones dio comienzo la primera constelación, que se iba a realizar sin que estuviera el “constelado” presente. Brie eligió a
una de las chicas para representarla, y ésta se colocó de pie a un lado de la
sala. Después escogió a otro miembro para personificar a la muerte: era una
mujer vestida de negro, con un aspecto muy siniestro, y de poder tener forma la
muerte, sin duda sería algo muy similar a la imagen de aquella mujer. Eligió
también a un representante de la tristeza, y entonces se incorporó una mujer
ojerosa con cara de estar profundamente apenada.
- Desde luego si todo esto es un montaje, el responsable del
casting se merece un Oscar – pensó Marta.
- Aquí hay un muerto… dos… tres… Veo varios muertos – anunció
una Madame Brie con la mirada perdida.
Marta notó cómo se le erizaba el vello de los brazos, y
observó cómo Ana María miraba con extrañeza a la terapeuta y hacía un barrido
visual por la sala. Repitió su gesto por si acaso pudiera percibir a los muertos
que supuestamente les acompañaban en ese lugar. Pero no consiguió ver nada.
De pronto empezaron a levantarse varias personas de manera
espontánea. Se movían como por impulsos, en pequeños saltitos en los que
primero levantaban los hombros bruscamente, para después desplazar el resto del
cuerpo. Era como si una fuerza invisible les estuviera dando empujones desde
atrás. Marta no pudo evitar pensar que parecían muertos vivientes. Algunos de
ellos se tiraron al suelo personificando a los difuntos; otros se movían de
manera errática por la sala en torno a los representantes de la muerte, la
tristeza y del constelado, mirando siempre al infinito.
- ¡Fetos, por aquí hay varios fetos! – exclamaba la
terapeuta.
Y como activados por control remoto, otros miembros del grupo
se levantaron de sus sillas, avanzando como zombis por la moqueta para acabar
descansando sobre ella en posición fetal.
- Disculpa – se dirigió Madame Brie a Marta -, ¿podrías
colaborar y tumbarte junto a esos muertos de allí? Déjate llevar, haz lo que
sienta tu cuerpo. Todos los movimientos han de ser pausados.
Sólo oír la frase tumbarse junto a esos muertos le hizo
estremecerse, pero no fue capaz de negarse a participar. Se levantó de su silla e
imitando los movimientos de los demás, empezó a avanzar dando saltitos hacia uno
de los grupos de personas que permanecían tumbadas en el suelo; y poco a poco
se fue agachando hasta disponerse junto a ellos. Entonces cerró los ojos y
trató de concentrarse en su cuerpo tal y como le había recomendado la terapeuta.
Sintió cómo el frío de la sala se hacía más intenso y al cabo de unos segundos,
le pareció notar algo raro sobre su cabeza. Con inseguridad entreabrió los
ojos, y descubrió cómo “la muerte” –que se había aproximado hasta ellos-,
parecía nadar en un mar imaginario, moviendo rítmicamente los brazos sobre las
cabezas de los que encarnaban a los ancestros fallecidos. Un escalofrío le
recorrió la espalda y sintió deseos de incorporarse para así alejarse de “la
muerte”, pero inexplicablemente no pudo más que extender una mano al aire. No
podía dilucidar por qué ni a quién, pero Marta sintió que tenía que reclamar ayuda
y permaneció un rato con el brazo elevado. Cuando las lágrimas empezaron a
brotar de sus ojos ante esa sensación incapacitante, la “tristeza” se arrodilló
junto a Marta y al resto de los “difuntos” en señal de duelo. El silencio de la
sala se rompió con los sollozos de varios asistentes, y mientras unos se
abrazaban y consolaban, Marta decidió bajar el brazo y apretar fuertemente los
ojos, deseando que aquella extraña situación cesara pronto como si todo fuese
una pesadilla.
- Bien, vamos a dejarlo aquí – anunció Brie -. Esta persona
vio cómo sus padres habían sido asesinados, y con estos movimientos sistémicos,
hemos conseguido que supere su trauma y que todos se perdonen.
Todo aquello era demasiado surrealista, pero con tantas
emociones concentradas en la sala, a Marta y Ana María les resultó difícil no
conmoverse con lo que habían presenciado. Marta le mostró a su amiga la piel de
gallina de sus brazos, y la persona que tenía a su derecha asintió con la
cabeza y le confesó al oído que era el segundo taller de constelaciones al que
asistía, pero que siempre había percibido exactamente lo mismo que ella estaba
sintiendo. Aquella persona se levantó para protagonizar la siguiente constelación:
- Quiero constelar porque últimamente me siento paralizada. Me
cuesta avanzar y no puedo acometer las cosas que me propongo en la vida.
Madame Brie escogió a nuevos representantes para la siguiente
constelación, y una vez más se fueron incorporando a la misma, aquellas personas
que sentían que también tenían que participar. Los “muertos” se dispusieron
aleatoriamente en la sala, y el camino que tenía que recorrer la persona que
constelaba para alcanzar a la que representaba a su “objetivo”, resultó una
auténtica yincana.
- Qué obsesión tiene esta mujer con los muertos – le susurró
Ana María a Marta.
Cuando la que había constelado volvió a su silla, Marta no pudo
reprimir las ganas de preguntarle lo que había sentido, porque Brie no aportó
ninguna explicación a lo que allí había ocurrido:
- ¿Es la segunda vez que vienes y ya te has decidido a
constelar? – le dijo estupefacta - ¿Te ha servido?
- Bueno… es que han tardado 4 meses en darme cita. Así que si
quieres hacerlo tú también ya puedes ir pidiendo una fecha. No nos permiten
hablar de lo que sentimos en el mismo día, tenemos que dejar que la semilla que
aquí se ha depositado crezca, y sentir los efectos, que se pueden desarrollar a
lo largo de varios meses; sin interpretar nada de lo que hemos vivido hoy. Pero
estoy segura de que me va a venir bien todo esto.
Las siguientes constelaciones fueron aún más bizarras. Había
una mujer que quería constelar los abortos de sus antepasados y que lloró
desconsoladamente al ver tantos fetos sobre el suelo. Un hombre quiso constelar
su nacimiento por cesárea, y todos fueron testigos del supuesto parto que los
representantes interpretaron con una teatralidad estremecedora. Madame Brie
explicó que aquella era una constelación vital, puesto que la forma en la que
veníamos al mundo influía mucho sobre nuestra personalidad, y en los partos por
cesárea era necesario completar el ciclo vital del feto para conseguir que se
desvinculase del todo de la madre. También dijo barbaridades como que una mujer
era menos madre si no paría de forma natural. Al preguntarle a los
participantes qué habían sentido, que pudiera ayudar y aportar algo al que
constelaba, la que representó a la madre dijo que había percibido cómo su ánimo
había fluctuado mucho de un extremo a otro. Brie argumentó que eso era porque
la madre era bipolar, y cada vez que alguien planteaba nuevas preguntas o
cuestionaba sus afirmaciones, ella les mandaba callar. Marta tuvo que morderse
la lengua y contener sus ganas de protestar ante semejantes valoraciones.
Otra chica dijo que
quería constelar por qué últimamente no podía evitar comerse todo lo que
llegaba a sus manos, y Madame Brie explicó el por qué de su compulsión:
- Vienes de un país del este. Habéis pasado por una guerra
mundial, y tus antepasados pasaron mucha hambre. Es normal que sientas que
tienes que comer por ellos, pero aquí vas a encontrar la paz.
Una vez más, Madame Brie le pidió a Marta que colaborase para
representar a la abuela de la que no podía parar de comer. Marta pensó que las
abuelas suelen cebar y conceder todo tipo de caprichos a sus nietos, por eso en
su representación, sintió que debía acercarse hasta la persona que representaba
a la comida y abrazarla. Y así lo hizo.
En la última constelación, en la que un chico quería resolver
por qué en su vida se quedaban las mujeres que en realidad no le gustaban y sin
embargo a la que le convenía la dejaba marchar, Marta se incorporó de manera
espontánea de su silla y decidió interactuar interpretando el papel de una de
esas mujeres atractivas que probablemente obnubilaban el juicio de aquel joven,
y en el momento en el que éste le tendió la mano a la que representaba a su
madre, se giró para darle la espalda.
- Anda y vete con tu madre. – Pensó mientras se sentaba de
nuevo en la silla.
Todas las constelaciones se desarrollaron de una manera
similar; siempre participaban las mismas personas y en todas aparecían muertos
por doquier, ya fuera en forma de feto o de adulto. La gente no hablaba, simplemente
se movían de un extremo a otro de la sala parándose frente a los
representantes. A todos les empujaba una mano invisible en sus avances. En los
encuentros con los representantes unos lloraban, otros se abrazaban, muchos se
arrodillaban pidiendo perdón; algunos incluso se retorcieron en el suelo, y más
de uno parecía estar en trance. Pasados unos minutos de espectáculo, Madame
Brie daba por concluida la constelación sin esclarecer qué es lo que había
ocurrido ni por qué.
- Nena, me ha dado mucha pena verte ahí con todos ellos. ¿Por
qué lo has hecho? ¿De verdad has sentido cosas? No quiero que vengas más a
estos talleres, me parece que toda esta gente está muy necesitada, y yo creo
que tus bloqueos se pueden resolver de otra manera – dijo Ana María
impresionada.
- No te preocupes, he hecho un poco el paripé. Me apetecía
dejarme llevar y enredar, comportarme como ellos para ver qué se siente. No me
creo nada de esto; casualmente siempre salen los mismos a colaborar, y todos te
sobiquean mucho. Me recuerda a la película “El Club de la Lucha”, cuando los protagonistas
fingían dolencias y asistían a grupos de apoyo de esas supuestas enfermedades para
poder imaginarse lo que es el dolor de verdad. ¿No te da la sensación de que
estaban todos fatal? No sé de qué nos quejamos, tú y yo estamos más cuerdas que
todos los que hay aquí dentro, incluida la mamarracha esta – afirmó Marta
tajantemente.
Al despedirse, todos hicieron repaso de sus sensaciones, y
coincidían en que se encontraban mucho mejor, más liberados; argumentaban que
sentían el poder sanador de la constelación en síntomas como frío en manos y
pies, y dolores localizados en la espalda o los hombros.
- ¿Y cómo no vais a sentir frío y dolor de todo si llevamos 4
horas sentados en unas incomodísimas sillas de madera, aquí hace un frío del
carajo y encima nos han hecho estar descalzos todo este tiempo? – pensó Marta. –
Yo me encuentro un poco confundida, y como pasada de revoluciones, muy excitada
– dijo cuando le llegó su turno en la ronda.
Al llegar a casa estuvo investigando sobre las terapias de
Constelaciones Familiares, y concluyó que no comulgaba con uno de los
principales fundamentos:
– ¿De verdad mis problemas son consecuencia del pedo que se
tiró mi tatara tatara tatara abuelo y que ofendió profundamente a su señora y por
el que jamás pidió perdón? – se rió.
Sin embargo durante los siguientes días, Marta experimentó
una energía renovadora, una alegría inusual como hacía meses que no sentía.
Pensó que probablemente se encontraba mucho mejor desde que observó las
constelaciones simplemente por comparativa: ser un tuerto en el país de los
ciegos, siempre consuela. Aquellos eran todos locos. Cuando le explicó su
experiencia a la persona que le había recomendado que acudiera a los talleres,
su amiga le puso el ejemplo de las cremas anti-arrugas:
- ¿Cuánto hay de verdad en que son efectivas, y cuánto hay
del hecho en sí de que te estás cuidando más y preocupando por tu piel, y deseas
ver resultados? Lo importante no es la crema que te eches, sino el resultado. ¡Qué
más da si te encuentras mejor a consecuencia de la constelación, o si es una
casualidad! Mírate, ¿estás mejor, no?
Al evocar las imágenes de los participantes haciendo de "fetos", recordó que su madre le contó que antes de haber nacido ella, había
tenido un aborto espontáneo de apenas unas semanas. También se acordó de que le solían decir que a su
padre le hubiese gustado tener un niño en vez de otra niña; y a consecuencia de
esto, durante muchos años Marta se imaginó que aquel bebé muerto era un varón, y pensó que
de haber nacido él, probablemente Marta nunca habría existido.
- ¿Y si de verdad le tuviera que pedir perdón o darle las gracias a mi hermano
muerto para encontrarme por fin bien? – pensó.
(Basado en hechos reales. ¡Ah, y enhorabuena si has llegado al final!)
(Basado en hechos reales. ¡Ah, y enhorabuena si has llegado al final!)
A veces los seres humanos nos sentimos como muertos vivientes. Sin esperanzas ni raciocinio, sólo compulsividad e inacción.
ResponderEliminarEsta terapia, en lugar de devolverte al mundo de los vivos,parece sumirte más en la oscuridad...y a ver qué ha hecho nuestra pobre madre para ser la culpable de todo.
En fin....discutible.
Yo no tengo clara mi opinión sobre esta terapia.
EliminarPrimero que no comulgo con lo de que tengamos que cargar con pesadas herencias de nuestros ancestros como si fuera una especie de maldición.
Segundo que me parece peligroso trabajar con las energías, y no creo que lo pueda hacer cualquiera, y las personas impresionables y sensibles pueden "engancharse" a ese fluir de energías sin trabajar de verdad sus verdaderos problemas.
Tercero, me parece que "culpar" a las herencias de los problemas personales de uno es un poco echar balones fuera y una actitud muy cobarde.
Y cuarto, como tú, ¿por qué la madres tienen que ser responsables de todo?
De todas formas me da a mí que esto depende mucho de quién imparta la terapia y del grupo que lo forme. Si están todos paranoicos, dudo que de pueda sacar mucho de ella.
Gracias por pasarte y por leerte todo el tocho!
Te deje el comentario ayer pero creo que no ha salido.
ResponderEliminarEsta comprobado que la energia fluye entre todos nosotros y estoy convencido de que la podemos transmitir porque he podido sentirla, y eso nos hace sentir mejor. El caso es saber hasta que punto es parodia o no sobre todo cuando hay motivos economicos por medio.
Pues no, no salió el comentario de ayer, que yo no censuro, jeje.
EliminarHay una modalidad con respecto a las constelaciones, que consiste en hacerlo con muñequitos; creo que si alguna vez me "constelo", lo haré así, para evitar que otra gente pueda estar haciendo el paripé. Y desde luego no con esa señora que parece ser una cantamañanas.
Gracias por leerme! :-)
Hooola de nuevo.
ResponderEliminarVaya post, jajaja. Uf, sobre este tema podría hablar mucho, pero para no alargarme te diré que hasta la fecha no tiene base empírica alguna.
Las situaciones colectivas en las que se comparten emociones generan un sentimiento de vinculación. Esto ocurre tanto con experiencias negativas, como positivas, siempre que el grupo se perciba como generador de las segundas y protector ante las primeras.
Diríamos que es como un truco fácil de feria (me mata mi amiga Consteladora como lea esto) que se aplica en muchos contextos, no sólo terapéuticos. La presión del grupo nos hace ver incluso que haber estado llorando amargamente durante un par de horas, recordando una situación dolorosa, o lo que es peor, asociando el dolor a una situación que ni siquiera había imaginado que existiera, se convierte en un bálsamo liberador.
Vaya, me estoy enrollando demasiado... En fin, que soy del sector crítico.
Me ha gustado mucho cómo lo has descrito. Por cierto, efectivamente, jajaja, también se puede hacer con playmobil, mediante metáforas.
Un beso.
Sí, me quedó un poco largo, pero había que contarlo todo. Evidentemente yo también soy del sector crítico. Me dio mucha pena la gente, susceptible de creerse a pies juntillas todo esto. Y me parece que tenían problemas más propios de ser tratados en una terapia psicológica de verdad. Pero bueno, lo probé y no me hizo daño.
EliminarBesos (cuánto tiempo!)
Probé ir de observadora, puntualizo. No constelé.
EliminarExcelente entrada, ha sido todo un gusto visitarte.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarme gustaria saber hasta donde puede ser dañina dicha practica .
ResponderEliminarPues supongo que es como la homeopatía, y supongo que también depende de la estabilidad emocional de la persona que participa. Gracias por leerme.
EliminarPues supongo que es como la homeopatía, y supongo que también depende de la estabilidad emocional de la persona que participa. Gracias por leerme.
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