El pluriempleo, la operación de
mi madre y tener que ejercer de su enfermera, o el último desengaño, estaban
empezando a pasarme factura, física y emocionalmente. Y de esto que te tomas
unas vacaciones para desconectar, y cuando vuelves no sabes cómo volver a enchufarte
ni consigues engancharte a nada. Y todo te da un poco igual. Ni fú ni fá.
Sirva este post como ejercicio
auto-impuesto para ver si soy capaz de hilar más de una frase con cierta coherencia, antes de que salga moho por aquí o me chapen por falta de
actividad; pero no deberíais tener demasiado en cuenta esta entrada, no. Se me pasó por la cabeza incluso asomarme por el blog y decir: “Eh,
que sigo aquí, que estoy viva, solo que no me brota nada de las teclas”, pero
no me apetecía publicar un post de relleno, aunque esta entrada lo sea un poco.
La cosa es que plantearme, me
planteo muchas cosas, pero no me sale desarrollarlas. Cosas importantes, pero
sobre todo tonterías; como si alguien se preguntará dónde me meto o si se les
ha pasado por la cabeza que quizá me quedé en la operación retorno –porque dije
que me iba- y jamás regresé. Un pensamiento un poco macabro, lo sé.
Pero me entró algo así como
pánico escénico, si es que se puede tener algo de eso por aquí, y no he sido capaz de abrir esta página ni la de ningún otro blog
hasta ahora. Si conocierais las consecuencias que trajo el que alguien que no
debía llegase hasta aquí, seguramente me entenderíais mejor…
El caso, que sí, que yo he meditado
muchas veces sobre la vida después de la muerte; sobre la vida de los otros más
bien, después de mi muerte. Y qué dirán, y quién irá a mi entierro, y quién
llorará más, o si me sorprendería el dolor de alguien que jamás habría
imaginado que pudiera sentir mi pérdida. Y qué pasaría con este blog.
No sé si será casualidad el hecho de que mi sobrina pequeña, esa que dicen
que tanto se parece a mí (sobre todo en lo que a su carácter se refiere), tuviera una pesadilla hace días de la que despertó llorando preguntándole a su madre “si
cuando te morías, te morías sólo”, y entre lágrimas mi sobrina dijo que ella no
se quería morir sola.
Sola. Sola. Sola…
Me ha costado unos cuantos años asumir
y aceptar mi condición de soltera, de estar sola. Aprender a ser medianamente
feliz sin tener una pareja con quien compartir el día a día. Que sí, que todos tenemos
amigos y familia y estar soltero “teóricamente” no significa estar solo, pero cuando acaba el día, sí estás sola, con todos tus pensamientos. Y no me preocupaba nada de esto hasta que me ha dado por
pensar en mi muerte, y en el paso previo por la vejez.
Supongo que este peculiar run-run
tiene bastante que ver con el hecho de haber estado cuidando a mi
madre. Me acuerdo de mi abuela, que en su última noche, sentía vergüenza porque
yo tuviera que limpiarle el culo. “Abuela, anda que no me habrás limpiado el
culo a mí de pequeña, ahora me toca a mí, ley de vida” – le decía yo. “Pasar
por estas miserias no tendría que ser ley de vida” – se quejaba ella.
Un amigo me preguntaba si no me
sentía violenta por tener que hacer algo así, que a él le cortaría verles a sus
padres sus partes pudientes y tener que meter la mano ahí. Lo cierto es que
a mí no me ha incomodado en absoluto; creo que seguramente para mi madre ha
debido ser todo esto más molesto que para mí. Esa no debiera ser quizá ley de vida, pero
qué afortunados son los que pueden tener a alguien tan cercano y que les quiere para cuidarlos cuando no pueden valerse por sí mismos. ¿Y qué pasará si para entonces yo sigo
sola?
He llegado a la conclusión de que no quiero llegar a la vejez sola. Ya no me preocupa tanto qué pensarán los demás cuando me muera; creo que ponerle remedio al asunto de la soledad, es mucho más importante. "O te casas con quien sea, o tienes un hijo al que harás tu esclavo, o amaestras a 40 gatitos para que sean capaz de cuidarte" - he pensado.
Mi madre me ha sugerido que mejor me vaya
camelando a mi sobrina, y me ha dado algunos trucos de abuela para ganármela.
Pero yo me he negado en rotundo: si me tiene que querer, que me quiera tal cual
soy, sin estrategias.
Y por eso estoy soltera. Y por
eso acabaré sola. Y bueno…
A mis 38 años me doy cuenta de
que a pocas cosas puedo comprometerme; cada vez menos. Ni si quiera a este
blog, que tengo tan abandonado.
Iré paso a paso. Me voy a poner
a dieta de pensamientos negativos, de personas destructivas, de lo que me quita
la sonrisa o lo que perturba mi sueño. Y he empezado hoy que es lunes. Luego ya veremos.
No quisiera prometer nada, pero este podría ser un nuevo comienzo.
(Ya falta menos para que llegue
el 16 de julio ¿no?)