viernes, 29 de agosto de 2014

Cinco citas merecen un mejor colchón


En vista de que me estaba costando arrancarme a darle a la tecla, me puse a repasar los escritos que almaceno y que dejo a medias. De entre todos ellos, me llamó la atención uno de hace algo más de un año, en el que empezaba contando que una amiga de Barcelona me preguntaba si podría acogerla en mi casa a dos meses vista, a lo que yo le respondía que en principio no tenía ningún plan, pero que claro, con tanta antelación no podía decirle qué sería de mi vida ni asegurarle nada. Lo que escribí entonces continuaba así:

"- Tranquila, que me lo apunto en la agenda. Mi casa es tu casa, a no ser que de aquí a entonces conozca al hombre de mi vida y me proponga un plan fantástico justo para ese fin de semana- le contesté.

Yo, la misma que critica a las amigas que se emparejan y desaparecen del mapa, le dije eso. La que se encabrona cuando viaja a visitar a sus amigas a la ciudad condal, y ellas no dejan a un lado sus planes cotidianos para atenderme y contemplarme las 24 horas. La que aboga por una vida independiente por encima de todas las cosas. Sí, he decidido que la próxima vez que me enamore va a ser de esos amores de película, intensos y bonitos desde el momento del flechazo. Nos daremos cuenta de que estamos hechos el uno para el otro, y querremos aprovechar toda la vida que llevamos sin conocernos."

No tengo ni idea de por qué lo guardé titulándolo “Asfixia”.

Curiosamente este verano he recibido la visita de otras dos de mis amigas barcelonesas.  La primera de ellas me descubrió “Tinder”.

- ¿Pero esa aplicación no es sólo para gays que quieren follar directamente y que el chisme ese te dice a quién tienes cerca disponible? – le pregunté.

- No tía, eso es el “Grindr”. Esta mola, es para todos, y te conecta con gente con la que compartes gustos comunes en Facebook, y si no sois atracción mutua, no te van a dar la plasta – contestó al tiempo que me comentaba lo bien que le había ido con esa aplicación a varias amigas.

A la mañana siguiente ya tenía mi perfil creado y me pasé un buen rato dándole mucho al “nope” pero sorprendentemente encontré a unos cuantos que pasaban el filtro del espanto. Muchos más que en cualquier otro portal, ni tan hipsters como en “Adopta”, ni tan MYHYV como en “Badoo”, ni tan puretillas como en “Meetic”. Más sorprendentemente aún, conseguí el primer día varios “matches” o chicos compatibles.

Enseguida tuve mi primera cita. Cometí la locura de… ¡irme a desayunar a Ciempozuelos donde vivía mi Romeo! Y bueno, aparte de que en las fotos parecía mucho más alto - que con mi 1,62 y mis tacones de 5 centímetros, no me cuadraba haberle podido dar sin mucho esfuerzo caponcitos con la barbilla si hubiese querido, cuando él supuestamente medía 1,77, porque no me salen las cuentas -, resulta que nos pasamos la cita entera discutiendo. Vale que yo sea cabezota, pero él lo era por tres, y hablásemos del tema que hablásemos, no llegábamos nunca a un acuerdo; el tipo trataba de imponer su criterio, y como resulta que no soy una mosquita muerta, allí saltaron las chispas, y no eran fuegos artificiales precisamente. Creo que fue la cita más tensa e incómoda de mi vida, y tras dos cafés salí espantada y acelerada de vuelta a Madrid. Al poco de arrancar el coche el chico me enviaba un mensaje diciéndome: “Aunque no te lo haya parecido he estado muy a gusto, me ha gustado la cita, ya te dije que prefiero la vidilla al aburrimiento y me gustaría repetir”. ¿Vidilla? De pronto me imaginé horrorizada cómo sería decidir con ese chico qué cortinas pondríamos en nuestro salón si prosperaba la historia.  Fin.

Recién llegada mi otra amiga barcelonesa, debatíamos en una tarde fantástica de chicas sobre el amor, del cual yo renegaba, alegando todos mis fracasos sentimentales y la pereza que me daba volver a tener una cita como la del chico de Ciempozuelos.

- Mirad, sólo me animaría si encontrase a alguien divertido, andaluz a poder ser, guapo, que toque algún instrumento (preferiblemente la guitarra o la batería), que le guste el mar y los deportes, y ya sería ideal si tuviese pasta y una Volkswagen Camper antigua para recorrer juntos España. Pero como eso no existe y es soñar demasiado… - dije en plan frívolo.


La providencia quiso poner en mi camino vía Tinder al día siguiente a un malagueño deseoso por conocerme que era un cañón, surfero, resalao, batería de un grupo medianamente conocido, entre cuyas fotos de perfil había una de su preciosa Volkswagen Camper de color crema y que trabajaba en inversión de banca.  ¡Y cómo te quedas, muerta!

Como una no debe darle la espalda a la providencia, admito que me salté varias de mis reglas auto-impuestas a la hora de ligar por internet, como la de no darse enseguida el teléfono o tardar más de un día en quedar. Y cuando nos conocimos me salté LA REGLA, ¿quién no lo haría cuando cree que le ha tocado la lotería? Diré que la noche en sí fue bastante surrealista, en la que aprendí entre otras cosas, que los chicos que tocan la batería necesitan tocarla y seguir un ritmo todo el rato, y utilizarán por tanto cualquier superficie para tamborilear. Otra cosa que no es que aprendiera porque ya la sabía, sino que recordé, es que no debo volver a juntarme con ningún géminis. Era el tipo más embaucador del mundo, que incluso me propuso marcharme a Londres con él el día siguiente alegando que la habitación de hotel que tenía reservada era estupenda. En mi defensa sobre por qué me precipité tanto, diré que acuciaba el tiempo y debía comprobar cuanto antes si se trataba mi príncipe azul, más que nada porque una semana más tarde yo me iba de vacaciones, y él… ¡él se iba en unos días a Bali a empezar una nueva vida! ¿Puede ser más cruel la puñetera providencia? Fin.

Justo un día antes de marcharme de vacaciones, volví a conectarme a Tinder. Entonces me escribió un chico que a priori no me entró demasiado por los ojos. Creo que empezó escribiéndome queriendo saber más de mis artes culinarias, y tras una amena conversación, se despidió preguntándome si podía seguir conquistándome al día siguiente. Yo me lo tomé a guasa y pensé que se quedaría ahí el intercambio de mensajes, pero no…


CONTINUARÁ

(Puedes leer la continuación aquí)

miércoles, 20 de agosto de 2014

Yo Leo


“Se oye niña. Fecha prevista de nacimiento: 12 de agosto”. Así constaba en uno de los últimos informes médicos.

En el año 75, eran pocos los privilegiados que podían permitirse el lujo de salir de la ciudad y escaparse a la playa en Agosto; la gran mayoría como mucho conseguía pasar las vacaciones en el pueblo del que era originario algún miembro de la familia, y si era a la fresca, mucho mejor.  Mis padres - sin tener posibles ni pueblo al que acudir – eran afortunados porque al menos contaban con la casa que mis abuelos paternos tenían en Pozuelo y se podían pegar unos baños en su piscina. Sin duda también era de agradecer el poder contar con varios tíos y primos que tenían casa en aquella urbanización a las afueras de Madrid para poder entretenerse.

Aquel sábado 9 de agosto, por la mañana mi madre recibió la visita de mi tía Rocío, que acudía a diario para preguntarle cómo se encontraba:

-Bien, aunque he manchado un poco.
- ¿Y no será que estás ya de parto?
- No sé, es que no tengo ningún dolor. Tú estate tranquila. Voy a preparar pisto, que se me ha antojado. Comeré, me daré un chapuzón en la piscina y luego si acaso quedaré con Rafael a ver qué me dice.

Con toda la calma del mundo, aprovechó para lavarse el pelo y depilarse por si tenía lugar el ingreso hospitalario. Al fin y al cabo sólo faltaban tres días para la fecha prevista de parto, y llegado el momento, y teniendo en cuenta las visitas que recibiría, mi madre quería estar lo más presentable posible.

Hacia las 5 de la tarde, cuenta mi madre que quedó con mi tío Rafael en Harry’s para tomar una coca-cola. Rafael - que era además su ginecólogo- , al parecer le tocó la tripa nada más verla, y basándose en la dureza de la misma le anunció que ya era hora de encaminarse a maternidad. – Y deja de comer cacahuetes que tus contracciones son cada vez más seguidas – le largó controlando el intervalo de  las mismas con su reloj de pulsera.

Mientras mi abuela materna se ponía en camino para viajar de Málaga a Madrid al enterarse de mi inminente llegada tras una llamada de teléfono, a mi abuela paterna no hubo modo de localizarla. Después confesaría que al haberse peleado con mi abuelo, decidió coger un autobús que la llevó de Pozuelo a Madrid, y se dedicó a  hacer las cosas que más le gustaban: pasear por la calle Gran Vía de arriba a abajo, tomar una buena merienda en la cafetería Manila, y ver una película de amor y lujo en el cine Coliseum. Por supuesto también se ocupó de ignorar el teléfono las tropecientas mil veces que sonó una vez que regresó a su domicilio en Madrid.

– Seguro que es Joaquín (mi abuelo) que quiere discutir y que se pregunta dónde estoy. Pues que le den morcilla que no pienso contestar al teléfono – me dijo que pensaba. Y mientras, mi padre se desesperaba tratando de comunicarse con ella. No consiguió hacerlo hasta casi de madrugada, cuando mi abuela por fin de dignó a contestar "por si acaso pasaba algo". Solía decir que no entendía cómo a pesar del disgusto que le dio a la familia por haber desaparecido, la habían hecho mi madrina.

Recuerda mi madre que no notaba las contracciones, y que en el hospital alucinaron un poco con su entereza, pero sobre todo con que hubiese llegado sin ayunar, con la barriga llena de pisto, cacahuetes y coca-cola, y de mi queriendo salir. Quisieron entonces prepararla para llevarla al paritorio (o sea, rasurar y enchufar un enema):

- Que no, que no, que es que ya sale, que ya lo tengo aquí – dijo.

Después de que lo corroborase una enfermera, cuenta mi madre que fue andando directa al paritorio, y que justo antes de entrar notó una contracción tan fuerte y un dolor tan terrible en los riñones, que cree que perdió el conocimiento, porque ya no recuerda nada más.

3,800 Kg de hermosura vinieron al mundo hacia las 20:10 con todas sus cositas bien puestas en su sitio y sana como una manzana. Y en efecto era una niña. 

En mi cumpleaños me dio por pensar en la relevancia de todas estas circunstancias el día en que nací: si la calma de mi madre antes de parir, determinó el que yo sea una persona tan tranquila. Si será por eso me pirran los cacahuetes, el pisto y la coca-cola. Si el hecho de que mi abuela favorita estuviese en el cine mientras yo venía al mundo, pudiese haber influido en esto de que haya decidido dedicarme a la interpretación; o si por eso me chiflan las meriendas de señoras. No sé, porque el día que nací desde luego no nacieron todas las flores sino que pasaron estas cosas... y a lo mejor no es sólo cuestión de genética, de hábitos que se copian o de cosas del cosmos el cómo es uno y lo que determina su carácter.

Sí, también creo en los horóscopos.

A ver, es que he leído lo siguiente sobre los nacidos bajo el signo de Leo, y que me digan si esta no soy yo a grandes rasgos (aquellos que me conocéis, ¿hola?):

Este es un signo caracterizado por el drama, pero que al mismo tiempo es social, creativo, y tiene suficientes cualidades para ser atractivo. Es casi imposible de resistirse a un Leo.  
Leo es directo, pero afectuoso y apasionado cuando expresa sus sentimientos.  
Las personas nacidas bajo el signo de Leo son cariñosas, divertidas y muy generosas con la gente que forma parte de su vida. Como el signo zodiacal más generoso, Leo es un amigo leal y desinteresado. Siempre está listo para ayudar a todos, a pesar de que a veces esto entre en conflicto con sus propios intereses. Leo tiene una personalidad segura y fuerte. Amable y modesto, le gusta mucho organizar fiestas y otros eventos. Raras veces está solo; la interacción es su segunda naturaleza. Elige a sus amigos cercanos por la capacidad de igualar su sentido del compromiso y la dignidad con los valores personales. En cuanto a la familia, Leo, que es poderoso, hará lo que sea para defender a sus seres queridos. Leo es leal para toda la vida. Le da mucho orgullo poder ayudar a su familia en las buenas y en las malas.
En cuanto al sexo, es muy posible que Leo sea muy enérgico, aventurero y divertido. Elige a su pareja cuando esta le permite tener la iniciativa, destacar y ser independiente. Buscan amantes desinhibidos que no sean muy conscientes de sí mismos. La pareja de Leo necesita ser tener el mismo intelecto para poder funcionar. 
 Los Leo a veces se arriman a relaciones que no les convienen pero es tan fuerte su deseo de no haberse equivocado lo que le incita a continuar con ellas. Realmente son buenos amantes que lo dan todo por los suyos; lo da todo aunque a veces no reciba tanto como da. En ocasiones su pasión es tan desmesurada que llega hacer sombra a su pareja y puede crear conflictos. Pero en definitiva es un amante con mucha vitalidad que hará las delicias de su compañero. 
Pero no creas que son perfectos, las personas del signo Leo tienen una serie de defectos tan grandes como sus virtudes, ya que su excelencia se puede tornar fácilmente en arrogancia, en orgullo innecesario y en mal genio. A veces son capaces de dejar de lado su característica honestidad para desacreditar a sus enemigos, y si no controlan su carácter, adoptan ciertos aires de superioridad y prepotencia. 
Tienen amplias posibilidades de lograr un éxito rotundo en puestos de autoridad. Si entran en la política sólo quieren tener el cargo más alto. Muchas personas del signo Leo llegan a ser directores de empresas; son ambiciosos y si nacen con inclinaciones artísticas, tienen muchas posibilidades de convertirse en grandes estrellas.

Además, ya contaba yo aquí que todas las predicciones me auguraban un gran año, sobre todo a partir del 16 de julio con el ingreso de Júpiter en mi signo, y una de ellas decía:

Los éxitos llegarán porque te lo mereces, porque no te amilanas ante nada, porque siempre ayudas a quien lo necesita, porque eres el mejor amigo del mundo, porque generas una energía tan especial que con razón eres el rey de zodiaco… Por tantas y tantas cosas, este año Júpiter te va a poner su corona de fortuna y prosperidad.

Pues bien: puedo decir que está siendo así. Desde más o menos esa fecha, me he encontrado con varios éxitos por el camino, con ilusiones y con buenas compañías, y la fortuna parece que de momento está de mi lado. Llamadme friki, pero todo esto no puede ser casualidad. 

¡Brindo por Júpiter y por mi cumpleaños!

Y esto es lo que costó traerme al mundo...