lunes, 18 de marzo de 2013

Gracias por la asepsia



Él se inventó que era narcotraficante, y ella le contestó que era una dominatrix que se dedicaba a satisfacer los deseos de otros hombres dispuestos a pagar porque una mujer les humillara.
- Me da igual lo que seas, sólo quiero entretenerme un rato por aquí y que me escuches. A veces me siento un poco sola.
Ninguna de sus conversaciones siguió un patrón estándar, y a ella le hacía ilusión haber dado con alguien que entrase en su juego y que compartía su modo alocado de ver la vida. Fantasearon sobre cómo se desarrollaría su primer encuentro en la estación del AVE: él la esperaría con un ramo de flores y al llegar, correrían el uno hacia al otro como si se conocieran y se fundirían en un beso. Empezarían por el final, y ya verían después cómo seguían.
En el tren, mientras ella se repasaba el brillo de labios, recibió una llamada para cancelar la cita:
- No te lo vas a creer, pero mis padres se han presentado en Madrid por sorpresa y hace varios meses que no les veo. Se vuelven mañana y tengo que cenar con ellos, ¿podemos quedar mañana? Prometo compensarte. Te invito a comer.
Subiendo la cuesta de Alfonso XII, se sintió absurda por haberse ilusionado con un encuentro una vez más; patética por ir con tacones repintada tirando de la maleta, mientras los 37º con los que Madrid la recibía derretían su maquillaje y sus ganas de volver a abrirse a alguien. Podría haber cogido un taxi en la estación que la llevara a casa; pero necesitaba sentir el aire caliente en la cara como si la abofeteara con una dosis de realidad. La realidad torcida para la que se sentía desgraciadamente destinada y no aquella con la que soñaba.
El eco en la nevera y la soledad de un Madrid vacío en verano, le hizo cambiar de opinión y decidirse a darle una nueva oportunidad al desconocido. Al fin y al cabo en las 36 horas que iba a pasar en Madrid, lo último en lo que pensaba era en perder el tiempo en ir al supermercado. Ni si quiera para comprar mascarilla para el pelo, algo que su melena pedía a gritos para recuperarse de la mezcla de sol y de mar de los últimos días en la playa.
Un chico alto, con barba y vestido de negro que parecía nervioso recorriendo de un extremo a otro la acera frente a La Mallorquina, destacaba de entre toda la gente que caminaba por Sol. Sin duda era él. Lo primero que pensó ella fue que no tenía la misma pinta que en las fotos, y se planteó retroceder y volver a meterse en el metro.
- Creo que no es mi tipo. He hecho bien en no preocuparme por el aspecto de mi pelo. Estoy segura de que éste no es de los que te lo acarician.
Pero la inercia le llevó a él. Y apenas dos minutos más tarde, sus expectativas sobre ese encuentro cambiaban radicalmente.
- Espera, que creo que se me ha metido algo en el ojo… algo de polvo o ceniza o yo que sé, ¿tienes gotas o colirio? -  dijo él.
- No, lo siento. Ya sabes: las mujeres solemos llevar bolsos enormes pero luego no llevamos cosas realmente importantes o útiles. No sé, si quieres te soplo en el ojo. Eso es lo que hacen en las películas.
Los siguientes segundos parecieron desarrollarse a cámara lenta. Una slow-motion grabó en su memoria cada fotograma recreándose en sus pestañas largas y en los lunares gemelos que descubrió en sus mejillas, situados debajo de cada ojo. Se sintió cómoda invadiendo el espacio personal de aquel desconocido en ese gesto de acariciarle la cara para sujetarla suavemente y soplarle en el ojo. Y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al tiempo que notó cómo le temblaban las piernas.

En realidad lo que le temblaron fueron los cimientos.
Si esa mota de polvo o ceniza hubiese seguido volando por la calle Arenal, no se habría producido esa extraña reacción química que le hizo ponerse tan nerviosa cuando sus átomos se aproximaron demasiado. Cuando un átomo deseoso de ceder electrones como era ella, se encuentra con otro átomo ávido de ganarlos como era él, es inevitable quedar ionizado y atraerse. Pero la fuerza atractiva puede colapsarse si las nubes de electrones internos que ella tenía, como eran sus miedos e inseguridades, empezaban a entrar en acción haciéndose cargo de repelerse.
Ahogó esos miedos e inseguridades en demasiadas copas de vino, y las ansias por gustarle le hicieron olvidarse de ellos por completo, bajar la guardia y desprenderse de la coraza con la que acudía a cada cita; compensando así la atracción con la repulsión eléctrica para lograr alcanzar un enlace iónico perfecto; lo que ella andaba buscando desde hacía mucho tiempo.
- Bésame. Quiéreme hoy. No me importa lo que me cuentes. Cállame la boca con tus besos para que deje de decir tonterías - gritaba ella desde dentro.
El alcohol actuó de combustible, y la pasión del primer beso provocó un incendio.
- ¿En tu casa o en la mía? Siempre he querido decir esta frase - se rió ella mientras montaban en el taxi.
De no haber sido por esa mota de polvo o ceniza, no habrían follado como lo hicieron aquella tarde, y él no habría salido a la terraza desnudo a compartir con el vecindario su júbilo tras el segundo orgasmo. Fuegos artificiales. Crusaítos sexuales. Y por supuesto que él se enredó en su pelo de estropajo. Detrás de esa fachada de hombre duro, se escondía un gatito zalamero que ronroneaba y que atusaba amorosamente el pelo.
El fuego se mantuvo durante más de dos años y medio. En cada encuentro desahogaban iras o penas, pero la mayoría de las veces desataban pasiones. El tiempo se detenía, y no importaban nada más que ella y él y sus ganas de estar juntos en ese momento. Y paradójicamente aunque su mejor juego era el de las fantasías, ese juego se convirtió con el tiempo en un amor REAL; quizá no convencional, pero AMOR con mayúsculas al fin y al cabo. Amor clandestino. Amor y fuego que reavivaban para enfriarlo súbitamente después, para así poder volver a avivarlo una y otra vez y vivir siempre el vértigo de las alturas y la emoción de los reencuentros.  Amor intermitente que inevitablemente pasa factura, porque igual que la noria sube, también baja; y la angustia de la incertidumbre de si habría o no una siguiente vez, seguramente fuera un peaje muy elevado; por mucho que la noria fuera estupenda.
La última vez que él quiso acabar con el subibaja pensando que era lo mejor para los dos, intentó hacerlo de puntillas, sin dar explicaciones. Esa era su especialidad. Ella le respondió que esta vez no iba a empeñarse en hacerle cambiar de opinión; había agotado ya sus energías, y su actitud había provocado que perdiera la ilusión de seguir dando vueltas en la noria.
- Gracias y lo siento. Te deseo lo mejor-  se despidió él.
- Gracias por la asepsia de tus palabras- pensó ella.
¿Gracias? Las gracias se le quedaban cortas. Te quiero muchísimo pero no puedo continuar así. Ha sido muy especial y siempre te recordaré, pero necesito avanzar. Siento una terrible atracción hacia ti, pero ahora necesito centrarme… Se le ocurrían mil epitafios mejores que un simple y aséptico “gracias” acompañado de un triste "te deseo lo mejor", como el que le desea una pronta recuperación a un enfermo. Ella no entendió ni las maneras ni el momento, ni las últimas caricias que de repente se consumían y reducían como su fuego.
- Claro que te quiero… eres importante para mí. Pero en estos momentos las cosas son así - acabó por sentenciar él.
Sss, sss, sss… el viento soplaba e intentaba apagar su hoguera.
Llegar a la asepsia implica la eliminación de gérmenes, gérmenes como las motas de polvo o ceniza que condicionaron su historia; como también supone la ausencia de otros microorganismos que señalen que allí pueda haber más vida. O sentimientos.
Sss, sss, sss… volvió a soplar el viento. Y nuevas partículas de polvo y ceniza emprendieron el vuelo desde las brasas, que esperaban a ahogarse del todo.


27 comentarios:

  1. A veces es difícil despedirse... a veces desearíamos reescribir algunas líneas del guión para no quedar como un personaje ruin y miserable.

    Como siempre, muy bien contada la historia. ¡Bravo!

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    1. Gracias... sé que tienes experiencia en estos marrones de las despedidas. Supongo que es difícil acertar.

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  2. Ahora sí estoy llorando.
    Te has superado con esta.

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  3. La historia es preciosa. Pero lo que muchas veces se nos olvida es que el AMOR con mayúsculas casi siempre hace daño, sobre todo, si no va acompañado de ENTENDIMIENTO y COMPENETRACIÓN entre los dos miembros de la pareja.
    PD: En mi humilde opinión, esto te irá bien y te ayudará en tu aprendizaje personal.

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    1. Gracias anónim@. Pues es una mierda que el amor sea como sea tenga que hacer daño. Entiendo tu apreciación, pero ¿quién te dice que en esta historia no hubiera entendimiento o compenetración?
      No soy exactamente la protagonista, pero desde luego cualquier experiencia, es siempre un aprendizaje.

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  4. No escribes mal.

    Las relaciones tipo noria que describes son algo más que follamiguismo, pero nunca serán noviazgos. Normalmente los dos aspiran a algo más, lo llamen como lo quieran llamar, y aunque se quieran y a ratos sea divertido, nunca termina como en los cuentos.

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    1. Jajaja, no se por qué ese "no escribes mal" no me acaba por sonar a halago.
      La culpa la tiene Disney, y la revista "Nuevo Vale".
      http://ironiassudoresysinceridades.blogspot.com.es/2013/03/todo-vale.html#!/2013/03/todo-vale.html

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  5. Si no hay más capítulos de esta historia, y parece que así será, es hora de reflexionar por qué todo esto tuvo lugar y si es esto lo que quieres en la vida.

    Yo sé que no, pero el amor, especialmente si es semi furtivo, puede ser más adictivo que la más potente de las drogas.

    Desengánchate a esta droga y hazlo a otra que permita que cada vez que te de un subidón, no caigas tan bajo, tú te lo mereces.

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    1. Gracias anónim@ por tus comentarios; se los haré llegar a la protagonista.
      La cuestión es que uno no elige quién le hace tilín o tolón. Lo sensato sería huir de los amores furtivos, pero hay químicas y enganches tan potentes, que hay que ser muy fuerte para poder plantarse y decidir que ya basta.
      Lo bonito sería no tener que decir basta, sino poder decir "vamos a hacerlo de otra manera" en esta historia.
      Ya me gustaría a mí engancharme a lo que fuera... dicen que la primavera está a la vuelta de la esquina, no?

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  6. No conozco a los protagonistas de ésta historia, pero me han dado ganas de hacerlo, de verles por un agujerito en uno de sus encuentros de película. De acuerdo con el macarrón en que no escribes mal, que te digan que escribes bien es algo que tendrás que ganarte a pulso, nunca mejor dicho, así que sigue, es un placer leerte.

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    1. Pues ni los ves ni los verás, tris tras.
      No sabía que esto fuera un concurso de literatura, ¿cuál es el premio?
      Pero gracias por tus ánimos, seguiré dándole a la tecla a ver si llego a tus estándares ;-)

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    2. Hoy tengo el día peleón: Joder con los alfa!! Rita escribes de PM, que tampoco va a pasar nada por decirle a la gente que hace las cosas bien.

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    3. En el comentario anterior me ha pedido la clave "974 meterte" No sé si ha sido algo premonitorio y no debería "meterme" donde no me llaman, pero ya está hecho.

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    4. Jajaja, tranqui. Léanse todos estos comentarios en modo ironía, que quien escribe es mi mejor amigo y mi mejor crítico, y me quiere apretar las tuercas ;-)

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    5. ¡Y gracias por los cumplidos!

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  7. Encontré el smokin y decidi pasarme.

    El recuerdo queda, ya esto no hay quien se lo quite y de eso ya no se puede arrepentir. Cuantas motas habrá buscando ojos ajenos

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    1. No hacía falta smokin ni formalismos. Aquí es todo de andar por casa, pero bienvenido igualmente.
      Sí, queda un recuerdo muy bonito, la tranquilidad de haber hecho todo lo posible por disfrutarlo al máximo, y la esperanza de que llegue otra mota; o sin ella, que a veces es mejor porque también te pueden nublar la vista.

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  8. Lo que más jode de estas norias es saber que con esa persona con la que enciendes un fuego capaz de iluminar toda tu ciudad una relación no funcionaría y con quien quizás tengas una relación que si funcione jamás llegaras a arder con la misma intensidad.

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    1. Ahí le has dado, ahí le has dado. Una auténtica mierda, pero es así.

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    2. Jajaja, pero a los que subieron a la noria ¡que les quiten lo "bailao"!

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  9. Hacía tiempo que no me pasaba por tu blog y me encuentro con esto. Me ha encantado y me ha llegado al alma. Salirse de la noria es difícil, crea adicción. Yo todavía sigo girando :(

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    1. Me alegro mucho que te haya llegado :)
      Si me permites mi opinión, sigue disfrutando de la noria mientras puedas, pero ten claro que la bajada llegará algún día... aún así, soy de las que piensan que te quiten lo bailao.
      Y nada, me alegro de que hayas vuelto a pasarte por aquí y que esta vez te hayas quedado. Bienvenida!

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  10. De lo mejor que te he leído. No me meteré en los fregaos anunciados supra. Solo diré que eso de "bien" y "mal", hablando del arte, es una gilipollez. Limítese la plebe a decir "me gusta" o "no me gusta" y viviremos más tranquilos. A mí me ha gustado, y ya está.

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    1. Pues muchísimas gracias, Señor X, viniendo de tí que escribes historias apasionantes, es todo un cumplido que te guste esto. Totalmente de acuerdo contigo en lo de las apreciaciones sobre el arte o los gustos. ¿Quién determina que una cosa es mejor que otra? O te llega, o no te llega.
      Y me llega de verdad que a la gente le haya podido gustar especialmente esta historia, porque nunca había escrito en modo relato como aquí y la verdad que me acojonaba un poco.
      Gracias!

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