Las navidades, y sobre todo el
verano, son fechas en las que nos permitimos con menos miramientos que en el
resto del año, alguna que otra licencia perniciosa y frecuentes excesos
económicos y/o alimenticios.
Tras las vacaciones, la vuelta a
la rutina implica obligarse a retomar las riendas de nuestra vida y romper con
los “malos hábitos”; o al menos intentarlo. Y para rizar el rizo, con la vuelta
al cole no sólo volveremos a tratar de encauzar nuestras vidas, sino que
además buscaremos nuevas metas o motivaciones. O al menos lo intentaremos.
¡Para qué marcarse nuevos
objetivos o realizar cambios en primavera o en verano cuando los días son más
largos, todo es luz y color, tenemos más tiempo y estamos más animados y
dispuestos a salir de casa! En el más difícil todavía, mejor hacerlo a partir
de ahora, aunque caigan chuzos de punta o haga frío. Si hace falta uno se pone
las katiuskas o se enrosca la bufanda. Es justo a partir de ahora, cuando los
días son más cortos, y a consecuencia de la menor cantidad de luz solar nuestro
organismo sufre una serie de cambios hormonales -como la disminución de
serotonina y de dopamina-, que no ayudan especialmente a tirar del carro. Cuando
tenemos nuestra fuerza de voluntad bajo mínimos a consecuencia del desenfreno y
el descontrol de las vacaciones; cuando vivimos la bajuna post vacacional. Precisamente
a partir de ahora, cuando somos más vulnerables a las enfermedades. Ahora, en
el mes en el que se multiplican los casos de insomnio o de divorcios. ¡Alegría,
alegría! Empecemos a hacer bondad para buscar la felicidad justo AHORA; así, con
un par.
Porque incomprensiblemente el
buen tiempo nos parece excusa suficiente para mandar a la mierda pilares
básicos de la salud que facilitan el camino de la felicidad, tales como el ejercicio
físico, una nutrición e higiene adecuadas, o el bienestar mental. En vacaciones
perdemos el hábito del deporte, el de planificar los menús o de controlar los
horarios de las comidas, abocándonos al picoteo y al guarreo; empezamos a
trasnochar, a cuidarnos menos, a fumar más… Lo hacemos todo al revés, a pesar
las buenas intenciones.
No me explico por qué con el
calorcito nos obnubilamos con los pajarillos, las mariposas, las minifaldas o
los torsos descubiertos y vemos la vida pasar; por qué nos perdemos con las
cañitas y las tapitas o los helados, y nos da por dejarnos los cuartos en cenas
maravillosas a la fresca o en escapadas allende nuestra propia provincia; o en fundirnos la cartera en festivales de desenfreno que ni aguantamos tan dignamente como antes ni disfrutamos como hace unos años, en
vez de dedicar nuestro tiempo a hábitos mucho más saludables y a controlar el
presupuesto. No sé qué tiene Don Lorenzo que nos hace caer rendidos en sus
brazos y nos aplatana, y convierte las cabezaditas de 10 minutos que nos
echamos en invierno, en siestas de orinal y pijama con el buen tiempo, o que nos calienta hasta temperaturas warning que voy a llamar a quien no debo. No
entiendo qué tienen los días estivales que nos confunden de esta manera y nos alejan
de toda práctica buenista en pro de la felicidad. No comprendo por qué en
verano nos empeñamos en desordenar la felicidad para de repente… ¡zas! Encontrarnos
con la vida de verdad en septiembre y tener que tomar cartas en el asunto. Y
además con deberes añadidos.
¿Acaso la felicidad no debiera
tratarse más de aumentar el placer, que de tener que restringirlo?
Adaptar tras las vacaciones cuerpo
y mente a lo de siempre, de por sí ya supone bastante esfuerzo. Pero nos
complicamos la existencia aún más, agobiándonos con la lista de buenos propósitos
que hicimos al comenzar el año y que hemos ido postergando y adaptando mes tras
mes; y de la cual no hemos conseguido tachar casi nada a estas alturas que ya
está vendido casi todo el bacalao. Seguramente dijiste que llegarías en forma
al verano, pero total, para ti siempre es demasiado tarde para la operación
lorza. Te prometiste ahorrar para pegarte un buen viaje, y la realidad es que ni
si quiera has salido del país y el agujero de tu bolsillo es aún más grande;
conseguiste desconectar, eso sí. De veraneo te convenciste de que al menos te cuidarías
porque te alimentarías a base de frutita y de gazpacho -que es lo que mejor te sienta
con el calor-, pero en las resacas confundiste hipercalórico con hipocalórico y
te diste a los hidratos y a las grasas saturadas que era lo que de verdad te
pedía el cuerpo. Creíste que aprovecharías para acabar con esas novelas que
tenías pendientes y darle caña al inglés o a cualquier otro idioma teniendo
tanto tiempo libre; para montar en bici o salir a pasear, pero los días sólo te
daban para esforzarte en decidir si boca arriba o boca abajo mientras tomabas
el sol, para especializarte como único deporte en la barra fija por las noches,
o para ver unos cuantos capítulos de la absurda serie a la que te enganchaste y
que te impedía despegarte del sofá más que para hacer viajes a la nevera: horchata,
granizados, coca-cola, cervecitas… que con las altas temperaturas, hay que
hidratarse. Te propusiste tener noches de pasión a la luz de la luna, y sí, conseguiste mojar; mojaste un churro en una taza de chocolate caliente
tras una de esas noches en las que se te fue de las manos y acabaste
desayunando en San Ginés. Una agradable mañanita de esas de temperatura media
de 35º, ¡así, a lo loco!
Resulta paradójico que
precisamente sea en los meses asociados a las “cuestas”, cuando nos planteemos
hacer propósito de enmienda, borrón y cuenta nueva, y decidir que es el momento
de ponerse el mundo por montera. Es extraño que sea sólo al final de las
vacaciones cuando sentimos que tenemos por fin libertad para retomar la
actividad y nos empeñamos en querer volver a ser dueños de nuestras vidas, en tomar ¿el buen camino?
Entonces rehacemos nuestra lista de buenos propósitos
para cumplirla antes de que acabe el año: adelgazar, ponerse en forma, dejar de
fumar, ahorrar, estudiar algo, encontrar pareja…
Como decía Yoda, “hazlo o no lo
hagas, pero no lo intentes”. Porque ¿cuántas veces nos enfrentamos a acciones sin la necesaria
convicción para conseguirlas? ¿Cuántas veces nuestro compromiso con intentarlo
es una excusa para no esforzarnos más por conseguirlo?
De momento empiezo hoy cumpliendo uno de mis objetivos:
retomar el blog.
Y si no encuentro otras motivaciones, siempre puedo
empezar un coleccionable.
Objetivo cumplido, semin-manca.
ResponderEliminarMe gustaria seguir leyendote en el otono de mi desventura y en lo mas crudo del crudo invierno
Excelente nick. No es fácil decidir qué prorcastinar cada día.
EliminarEl año que viene no pillo vacaciones... jajajajaja
EliminarAllá tú, pero tengas o no vacaciones, es difícil no dejarse llevar por la corriente de la necesidad de hacer cambios con la que la sociedad nos aturulla tras la vuelta al cole. Las vacaciones siempre sientan bien, y los exámenes de conciencia generalmente también.
EliminarSolo los peces muertos siguen la corriente... ;P
EliminarEso no te lo puedo rebatir. Touché.
EliminarPues mi sentimiento de culpabilidad debería ser enorme, claro si tuviera algún complejo.
ResponderEliminarEn fin, de todas formas, nunca acabo lo que empiezo.
Entonces lo tienes chupado con la vuelta al cole.
Eliminar¿No acabas lo que empiezas? Tch tch tch... será que no merecía la pena?
Hola, soy Charize, espero que todo vaya bien.
Eliminar¿Charize? Sí, todo bien. Ahora sí :-)
EliminarAjajá, Charlize. Ahora caigo. O sea que estás vivo. Espero que también coleando.
EliminarCiertamente, todo muy sensato.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la cita de la peli galáctica. Por cierto, creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero cada vez que estoy en uno de los pocos blogs que visito me doy cuenta de que comparto buena parte del universo de esas personas, desde la lectura al cine, pasando por el tono y el sentido del humor. Será por eso.
Bueno, me alegra que retomaras el blog.
Besos.
Hey hey hey! Be yourself. The rest is already taken! :-P
EliminarSerá que no somos tan distintos. Besos!