El otro día leí que la Delegación
del Gobierno ha prohibido por cuarta vez consecutiva, la celebración de la
denominada “Marcha Atea” (más conocida popularmente como la “Procesión Atea” a
pesar de la incongruencia de su nombre) que – convocada por la Asociación
Madrileña de Ateos y Librepensadores y por una asociación vecinal -, pretendía discurrir
en Jueves Santo por las calles de Lavapiés con el fin de “sensibilizar a la población sobre el derecho constitucional de
libertad de manifestación, libertad de expresión y la obligatoriedad de que las
instituciones protejan la aconfesionalidad del Estado”, exigiendo de paso
que se devuelva a los ciudadanos la Mezquita de Córdoba.
Y vi que había gente que se
indignaba ante la negativa del Gobierno a permitir una marcha “tan graciosa e
inofensiva”, “un simple acto lúdico reivindicativo”, porque la prohibición
evidenciaba el doble rasero que política y justicia aplican sobre las
libertades de la sociedad española, así como el poder que aún ejerce la Iglesia
en nuestro país; mientras que para otros resultaba una terrible ofensa, un
delito contra los fieles. Y una persona comentaba sabiamente: “Móntate una
manifestación atea en Afganistán, y a ser posible durante el Ramadán, ¿a que no
hay huevos?”. Y pienso que el tipo tiene más razón que un santo, que mira que
soy atea, pero lo de estas asociaciones son ganas de tocar los huevos… de
Pascua.
Todo el mundo debería poder tener el derecho de expresar cuáles son sus
creencias libremente, sin verse limitado porque alguien pudiera sentirse
ofendido ante dichas creencias; e incluso deberíamos tener derecho de burlarnos o de criticar a los que piensan distinto si nos diera la gana.
Pero resulta que – nos guste o no - ofender la sensibilidad o creencia
religiosa de alguien, utilizando mofas, insultos, burlas, etc., está tipificado
como delito en el Código Penal. Y además me pregunto yo que dónde queda el respeto. ¿Acaso estas asociaciones no pueden esperarse a otra época del año para expresarse? Parece algo así como culo veo-culo quiero, y si me quiero manifestar en Jueves
Santo, por mis cojones lo hago, que yo también tengo mi derecho a hacerlo ese
día.
Que sí, que puedo entender que haya a quien le pueda
resultar terrible y chirriante soportar una Semana Santa con la señora que llora emocionada ante el Paso de su Cristo, la otra con la
mirada bizca de éxtasis que no sabes si es que le va a dar algo, el de la saeta que no acaba de arrancarse y que se queda media hora en el “ay
ay ay”, y así; el que se fustiga de motu propio, el mocetón que lleva
todo el año preparándose para el solemne momento de arrastrar la cruz de
tropecientos kilos, descalzo, y cuanto más sufra mejor. Las peinetas, las mantillas
y el olor a naftalina; la gitana que te tima con el ramo de olivo y ni te
cuento lo que te sablea por las palmas esas que luego no
sabes dónde ponerlas. Y qué decir de los capirotes, el terror de muchos niños (que yo de pequeña creí que eran los del Ku Klux Klan). Y ahora los miro y
pienso que teniendo en cuenta la legislación en vigor, la cual prohíbe manifestarse
con los rostros cubiertos, pudieran estar cometiendo un flagrante delito que no sé por qué me
suena mucho. Claro, que los católicos no son ni anarquistas, ni antisistema, ni
radicales, ni perroflautas; aunque de sus filas hayan salido pederastas,
ladrones, políticos embusteros o dictadores asesinos… Bueno, sí, entiendo que
haya a quien le pueda joder un poco la Semana Santa y se plantee tocar un poco las narices en estas fechas, pero ¡un poquito de por favor!
Es que en Sevilla, la
Confederación General de Trabajadores protestó con una procesión en la que
sacaron a la calle al “Coño Insumiso” vestido de Virgen, y un ataúd donde se
hallaban los derechos sociales y laborales de los trabajadores, obra pensada por la
Anarcofradía del Santísimo Coño Insumiso y el Santo Entierro de los Derechos
Sociolaborales. Así, con un par. Y en Málaga en 2013 en la procesión del “Santísimo
Coño Insumiso”, llevaron a hombros al “Santísimo Chumino Rebelde” desde la plaza de la
Constitución hasta la Catedral de Málaga, para leer eso sí, un manifiesto contra la
reforma del aborto, la violencia machista y la “segregación sexual en los
colegios”. Y me río por lo bajini, porque hay que reconocer que los nombres de las cofradías tienen su
gracia, pero me parece un poquito heavy y ganas de joder la marrana.
Para quien no comulgue con este
rollo, escapar del espectáculo católico es prácticamente imposible. Pero hay
que tener en cuenta que la Semana Santa abarca mucho más que un acto religioso; también refleja
arte, tradiciones antropológicas, días de descanso, de ponerte ciego a
torrijas, de reuniones familiares, de escapadas con amigos, de dormir la siesta con el run-run de las películas de siempre de romanos… Dejemos la fiesta
en paz entonces, ¿no? ¿No sería mejor organizar si acaso una Anti-Semana Santa en junio,
por ejemplo, y así tenemos más días de esparcimiento? ¿Para qué aglutinar
entonces todo ahora, hombreeee yaaa?
Ay sí, la Semana Santa. Y poder escaparte a la playa. Y maldecir el santoral completo porque la semana previa siempre hace un tiempo estupendo y ya te ves volviendo a Madrid habiendo cambiado tu blanco nuclear por un rosa cerdito muy poco favorecedor, pero que es una prueba irrefutable de que pudiste aposentar tu culo en la arena de la playa (y de que te torraste). El día que llegas a tu destino junto al mar, empieza a levantarse la brumilla, y miras al cielo buscando las estrellas y ves tres o cuatro y piensas que escampará. A la mañana siguiente te pones emocionada el bikini, subes la persiana y está todo nublado. - ¡Esto despeja, esto despeja, vamos a coger sitio en la playa! Y el cielo cada vez se pone más negro. Te vas al chiriguito un rato, te tomas una cervecita y a modo brunch te metes entre pecho y espalda, una hamburguesaza grasienta porque no has desayunado. Entonces empiezan a caer las primeras gotas de lluvia, y piensas que igual es un castigo divino, porque quizá deberías estar en el pueblo flagelándote y de penitencia que es lo que toca, y no intentando tentar a un Don Lorenzo tímido con tu cuerpo serrano. Para colmo caes en la cuenta de has comido carne. ¡Ahhh, pecadoraaaaa! Y te entra así como cargo de conciencia, aún siendo atea. A ver si va a estar Dios llorando la muerte de su hijo y tú ahí haciendo el mal.
A todo esto, en el impasse este de
si se nublaba o salía el sol, no te echaste crema confiada de que no picaba,
pero te quemaste como si fueras una guiri, quedándote eso sí la marca del
tirante mal puesto, de las gafas de sol, de la coleta, y de las chanclas,
dándote un aspecto de lo más anti-mórbido. ¡Oh, sí! Así que te pasas las
vacaciones bajo agua (pero no al remojo de la mar salada como tú esperabas), sufriendo
por las quemaduras, y al final, resulta que la penitencia la acabas haciendo tú
también irremediablemente, pero a tu manera.
Sí, la lluvia y la interrupción
de las procesiones por culpa de esta, son también tradición. Mi madre dice que
lo del mal tiempo es por la influencia de la luna, y siento llevarle la
contraria, pero dicen los meteorólogos que no tiene nada que ver, porque no hay
argumentación científica a la creencia de que la luna llena atraiga las lluvias
(que digo yo además que hay luna llena cada 28 días y no llueve tan a menudo);
y lo achacan a la inestabilidad propia de la primavera. Pero el caso es que en
otras épocas del año son capaces de darte previsiones a 15 días vista, pero en
Semana Santa los meteorólogos “no se mojan” hasta un par de días antes, y dicen que sí, que todo
puede ser, que seguro que hace bueno; si acaso un chaparroncillo, pero lo
normal por estas fechas. Pero siempre acaba haciendo un tiempo de mierda los días de fiesta. Hay quien dice que lo de que nos
vendan que hará buen tiempo, es un complot del Gobierno para no ahuyentar a los
turistas. Yo ya me lo creo todo. ZP seguro que está en el ajo también, el
pobre. El caso, que yo no recuerdo una buena Semana Santa desde hace mucho
tiempo. A ver a ver…
Ya me gustaría a mí creer en una
deidad que pudiera reconfortarme; además no me gustan las aglomeraciones,
y algunas procesiones me siguen dando repeluco. Pero creo que burlarse de la
Semana Santa en Semana Santa, es una patochada.

En fin. Como atea medianamente inteligente, voy a aprovechar mis merecidísimos días de descanso, saliendo de Madrid y desconectando de todo y de
todos, que falta me hace. A cargar las pilas, que el pluriempleo y los últimos
acontecimientos me estaban empezando a pasar factura, y que sea "lo que Dios quiera". ¡Nos leemos a la vuelta!