sábado, 9 de noviembre de 2013

Dentro del laberinto (y la cita más breve de mi vida)



Las opiniones son como los culos: cada uno tiene el suyo. Cuando le pregunté a mis amigas lo que opinaban sobre el destino, acabé con la cabeza como un bombo, porque cada una tenía su teoría, a cual más dispar.

Estoicismo, epicureísmo, determinismo, existencialismo… Hay explicaciones filosóficas al respecto para dar y tomar.

¿Y quién tiene la verdad absoluta sobre si la libertad metafísica existe?

Toda alternativa  puede ser genuina, pero creo que lo verdaderamente importante, es la coherencia de las historias que el cerebro y la imaginación de cada cual logren construir.

Mi teoría al respecto del destino es un poco de andar por casa.

Siempre he pensado que la vida es algo así como los libros de “Elige tu propia aventura”. En aquellos libros el lector tenía que decidir en determinados puntos sobre los trayectos de lectura, eligiendo qué alternativas tomar para el desarrollo de la historia. A pesar de que las alternativas se podían escoger libremente, todas habían sido pensadas y escritas previamente por un autor.

Sobre lo ya escrito, las posibilidades que se le presentaban al lector eran múltiples: algunas elecciones eran sencillas, otras sensatas, unas temerarias y algunas peligrosas… No había opciones acertadas o erróneas, sino que uno podía leer el libro muchas veces, obteniendo resultados y finales diferentes. No obstante, en aquellos libros solía premiarse la prudencia, la inteligencia o la bondad, que llevaban a desenlaces más felices y al éxito del protagonista. ¡Ay de ti si decidías ser violento, cotillear más de la cuenta, o no ayudar al cervatillo herido que pasaba por ahí y que aparentemente no pintaba nada en tu historia, porque entonces seguramente estabas abocado a un destino de lo más cruel!

Ocasionalmente el lector podía encontrarse atascado en un círculo vicioso en el que siempre acababa en la misma página como resultado de alguna elección particular, y la única opción posible era volver a comenzar el libro.

Además, recuerdo un libro, acerca de la búsqueda de un paraíso que nadie podía alcanzar, cuyo final únicamente se hallaba si el lector ignoraba las reglas y buscaba en el libro aleatoriamente.

Pues para mí la vida es bastante parecida a todo lo anterior. Creo que el destino de cada uno es un libreto, un guión que está escrito pero cuyas letras no son del todo indelebles, y en nuestras manos está aceptar o no el papel que nos han dado, determinado fundamentalmente por el cómo, el dónde y el cuándo hemos nacido. Desde luego no se puede negar que la constitución genética de una persona, constituye una condición causal suficiente para el carácter moral o las acciones que esa persona realice, por lo tanto al menos hay un boceto escrito para cada uno de nosotros. Sería una especie de laberinto ya diseñado. Eso sí, aún creyendo en un destino marcado, con sus distintas ramificaciones sobre las que podemos elegir libremente como en los libros, y que a su vez ya están más o menos determinadas, no tengo ni idea de quién es el responsable supremo que ha pensado en todo aquello que nos puede pasar, no sé quién ha escrito el guión. Aquí supongo que se tambalea un poco la coherencia de mi teoría. Y es una auténtica putada no tener a quién enviarle una reclamación.

Una de las diferencias que encuentro con los libros, es que lamentablemente uno no puede volver al día en que nació (al principio del libro), o a un determinado punto que se desee revivir y rehacer porque le ha salido mal (como cuando poníamos el dedito en la página por si acaso la elección que habíamos tomado nos saliera mal, para volver al punto del libro en el que nos equivocamos) Pero de alguna manera sí que podemos resetearnos y hacer un giro en el camino, ya sea eligiendo la buena vida tras un paseo por el lado oscuro, o colgando el hábito para dedicarnos a la mala vida. Podemos intentar enmendar la plana cuando la hemos cagado, aunque no siempre es fácil. Y si nos empeñamos, también podemos entrar en bucles sin fin con determinadas historias, ¿o soy la única que ha tropezado 20 veces con la misma piedra?

Otra de las diferencias, es que seguramente los logros y éxitos de las personas suelan estar relacionados con las decisiones más éticas, pero la vida me ha demostrado que también se puede triunfar tomando decisiones imprudentes o incorrectas. ¿Acaso copiar en los exámenes y aprobar, saltarse las reglas para ganar o las colas para llegar antes, o tener la mano un poco larga para hacerse con lo ajeno y que no te pillen no cuenta? Si no, que se lo digan por ejemplo a la Infanta Cristina. Como en los libros, hay gente que simplemente nace con una flor en el culo, y no importa lo que hagan, que siempre van a estar a salvo de un desenlace terrible y van a seguir tan ricamente porque el autor del guión de su vida tiene un humor que te cagas y es de lo más benevolente.

¿Será cuestión de nacer con estrella o estrellado? ¿Es la suerte tan sólo un capricho de la probabilidad o existe cierta predeterminación?

Hayas nacido o no con una flor en el culo, no sé si te consolará saber que dicen que los seres humanos tendremos unas 20.000 pequeñas adversidades a lo largo de nuestra vida que no se pueden evitar, aunque seas eficiente y responsable, la persona más maja o solícita del mundo o malo malísimo. ¿Significa eso que a todo cerdo le tiene que llegar en algún momento de alguna manera su San Martín? ¡Así sea!

Llevando el tema del destino al terreno del amor por ejemplo, ¿nunca te has obcecado en intentar cambiar al otro o amarrarle pa ti pa siempre y en ser una santa, olvidándote de tu dignidad, aunque no te hiciera ni caso el susodicho, o te tratara malamente?¿Y no te ha pasado que pesar de picardías –literales o metafóricas-, artimañas o bondades made in Calcuta, poco le importaban al otro porque parecía seguir unas leyes inmutables del universo de lo más deterministas y no había manera de cambiarle o amarrarle?

Es que hay cosas que no tienen que ser, y punto, así que tampoco te empeñes demasiado en intentar burlar al destino. Es insensato e inútil tratar de cambiar el plan de esa providencia divina, y si no mira a los protagonistas de las películas de “Destino Final”. Pero si te has visto atrapado en algún bucle con alguna persona, tampoco seas tan romántico y creas que tiene que ver con un destino rosa escrito para los dos; analiza si acaso tiene más que ver con tu propia cabezonería, disposición o con un cierto ramalazo psicopatoide.

Hace unos tres años conocí virtualmente en un portal de encuentros al típico chico malote que me encanta por entonces me conquistaba. Estuvimos chateando unos días, y justo cuando estaba dispuesta a quedar con él, me confesó que tenía una relación que definió como abierta -aunque su parienta no parecía estar al tanto de su planteamiento- que había comenzado apenas dos semanas antes de conocerme. En ese momento decidí retirarme del juego, porque no me apetecía ser el segundo plato de nadie: yo buscaba ser el menú completo. Y le perdí de vista. Pero este verano reapareció anunciando que aquella relación liberal se convirtió en algo serio y que había durado hasta hacía bien poco.

- ¿Estás solo ahora y tirando de churri-agenda o qué? – le escribí.

- Nooo. Me caías muy bien, pero por las circunstancias que ya sabes, perdimos el contacto. En todo este tiempo he estado pensando en ti y en las cosas del destino, porque si te hubiera conocido dos semanas antes, igual tú ahora serías mi novia y a mi ex ni la habría conocido – me contestó.

Hay que reconocer que el chico demostró tener arte. Pero para más inri, además me informó de que en dos semanas se iba de España.

- Creo que te dejé claro por entonces que no me interesaban los polvos de una noche o los follamigos, así que si entonces te dije que no me apetecía dejar el lado virtual y conocerte, me temo que mi respuesta sigue siendo la misma. Te vas, y no tengo ninguna intención de iniciar una relación a distancia.

- Nooo. Mira. Quedamos a tomar unas cañas, nos reímos. Seguramente tú te meterías bastante conmigo, nos gustaríamos (si todo sale bien, que sería cuestión de suerte), nos besaríamos, tú me invitarías a pasar la noche en tu casa, y por la mañana nos despediríamos. Luego podemos seguir manteniendo el contacto por aquí, e incluso volver a vernos más veces, aquí o allí (...) Lo peor que puede pasar si quedamos, es que me hagas la cobra, y entonces recordaré repentinamente que tengo que estar en otro lado con muchísima urgencia (…), pero hasta ese momento embarazoso, lo habremos pasado estupendamente – remató.

- ¿Llevas pensando todo esto casi tres años? ¿También has pensado qué vas a ponerte? – le respondí anonadada.

- Han sido dos años y ocho meses para ser exactos. ¿Ponerme? ¡Preservativo por supuesto, qué me voy a poner, a saber dónde hemos estado! Ah, ¿dices de ropa?

Traté de dejar correr el aire, pero aunque intentaba evitarle, nos seguíamos encontrando en distintos portales de ciber-amor, y él volvía a señalar al destino como responsable.

- No se llama destino, se llama aburrimiento y cuelgue – apuntillé.

Pero confieso que con su humor me fue ablandando y tras largas conversaciones cibernéticas, decidí quedar con él a tomar unas cañas, a sabiendas de que lo más probable es que le haría la cobra porque no me interesaba para nada aquella historia.

De hecho, para asegurarme de que no pasaría nada entre nosotros, decidí acudir en moto a nuestra cita: así, evitaba perderme en los efluvios del alcohol y confundirme, que me conozco. Pero como yo sigo la premisa del si bebes, no conduzcas… Además cogí sólo un casco, y de esa manera él no podría volver conmigo a casa. (Vale, la variable de que él o los dos cogiésemos un taxi de vuelta a mi casa, no la manejé, pero aunque mi plan no era perfecto, era bueno a priori)

El caso, que a pesar de que empezó a llover y de que yo nunca cojo la moto cuando el asfalto está mojado, me mantuve firme con mi mecanismo de protección a los arrepentimientos (que me pregunto yo qué pensaría mi psicóloga del tema), y allí que iba.

Y como en la más chusquera de las películas de “Destino Final”, los elementos se fueron confabulando para que esa cita jamás tuviese lugar: un asfalto más resbaladizo de lo habitual, un semáforo en ámbar frente a unas placas de hierro sobre las que si frenas te puedes matar, y una viejecilla a la que no le gusta la lluvia, que decide que no se quiere mojar y sale corriendo sin mirar antes de tiempo.

¡¡NOOOOO!! ¡¡CATAPLUMMM!! Y ahí que me piñé.

En medio del caos no sé cómo tuve la lucidez de avisar al tipo de que no sólo no iba a poder llegar a tiempo a la cita, sino que es que no iba a llegar, y le expliqué todo el asunto por teléfono.

Pero el chico se presentó en el lugar de los hechos, supongo que porque igual no se creía nada de la historia, o por seguir tentando al destino. Nos dimos dos besos y me ayudó a levantar la moto y me consoló en el estado de shock de todo el accidente; todo muy normal. Incluso se ofreció a acompañarme a urgencias, pero le dije que ni quería hacerle pasar por una situación así, ni me iba a sentir cómoda con un desconocido en el hospital. Y desde luego no me iba a apetecer irme a tomar unas cañas cuando saliera de allí.

Y así, ésta se convirtió en la cita más breve y desastrosa de la historia de mi vida.

Él se comportó como un caballero y estuvo pendiente de mí y de mis lesiones durante los siguientes días, y desde el extranjero, aún pretende seguir manteniendo el contacto conmigo, pero pienso que todo lo del accidente tuvo que pasar por algo. Destino, ¿eh? Yo me fío de él, y desde luego las señales que me envía, me dicen que huya de esta persona desde el principio del libro y que pase de página y escoja otro camino. Allá este chico con su cabezonería. Porque es que hay cosas que no tienen que ser y punto. Y como no tengo ninguna flor en el culo, no pienso seguir tocándole las narices a la divinidad suprema que mueve los hilos. Sea quien sea.

18 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, no fue porque no tuvo que ser

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    1. ¡Y no fue dos veces, cuando le conocí porque tenía novia, y este verano por el accidente! No quiero saber qué pasaría en un tercer intento, porque la cosa va a peor y no quiero otras 5 semanas de baja.

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  2. Grcaias, Rita! Acabo de pasar por tu blog y me ha gustado mucho el último post, pero no he podido poner un comentario! Bueno, lo pongo aquí... Yo también creo que de alguna manera hay un destino, pero que en cualquier momento puedes elegir otro camino, como en esos libros de elige tu aventura que cuentas. Es muy curioso, y a mí me resulta muy motivador, saber que tu vida puede cambiar radicalmente en poco tiempo, y no necesariamente siempre a peor. Lo de la cita que cuentas, seguramente fue el destino! :D Aunque yo creo que la cosa no acabará ahí........ :)
    Besos!

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    1. No sé qué le pasa a mi blog que hay que actualizar varias veces para intentar dejar comentarios. Voy a ver si toqueteo, y si lo consigo, me pego tu comentario, jeje. Lo de la cita fue el destino sin lugar a dudas, y aunque el chico es muy majete, no me atrae, así que por eso supongo no me esfuerzo en cambiar lo que me podría deparar la vida... ;-)

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  3. ¡Vaya historia! Y qué arte para contarla, como siempre...

    Me gusta verte de vuelta :)

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    1. ¡Gracias! Bueno, la historia ya la conocías más o menos... Seguiré con los pormenores del después.

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  4. No creo en el destino, aunque en ciertos momentos me gustaría creer en él. A veces me da la impresión de que veo señales que me indican o no el camino. ¿Contradicción? Para escribir este comentario voy a ponerme en el supuesto de que el destino existe. En realidad no estoy segura de que no quiera poner a ese tío en tu vida, porque él sigue insistiendo en ello. Sólo parece ponerte a prueba con obstáculos, para que realmente merezcas el premio. Pero cuidado, porque a veces los premios salen rana, son como las herencias en las que sólo te dejan deudas, o el regalo de un elefante blanco.

    Y las relaciones a distancia... tengo alergia a ellas. Caí en una a pesar de lo que opinaba y el tiempo me está dando la razón. Un asco.

    Por cierto, espero que estés mejor del accidente :)

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    1. Supongo que creer en el destino es la excusa perfecta para no responsabilizarse de los propios actos o de las cosas cuando van mal. Igual las cosas no pasan por algo: pasan o hacemos que pasen y actuamos en consecuencia. Pero desde luego es lo que tú dices: ya sea el destino o lo que sea quien envía las señales, éstas me dicen que me aleje de esa historia. Quizá sea simplemente que el chico en cuestión no me atrae. Quizá yo misma me boicoteé el día del accidente para no llegar a la cita porque el chico no me gustaba ni me convencía. ¿Quién sabe?
      Estoy ya recuperada, gracias. Fueron 5 semanas de baja pero nada grave. Dispuesta ya para seguir dándole a la tecla ;-)

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  5. Tiro un euro eslovacón a la atmósfera terrestre13 de noviembre de 2013, 12:07

    Mi parte romántica dice que hay encuentros predestinados. Los que merecen la pena y te cambian por dentro y por fuera. Esa parte sugiere que no nos empecinemos en lo que parece que nunca pasará.

    Personas empeñadas en buscar, sin encontrar, y otras tantas, que encuentran sin buscar. Ironías de la vida, y del destino.

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    1. Jajajaja, lo de "eslovacón" me ha llegado. Ahí te he visto atenta a mis despistes habituales.
      Pero yo te digo que si hay destino, lo hay para lo bueno y para lo malo, para juntarte con dioses griegos o con otros que no le gustan tanto a tus amigas.
      A ver si encuentras la lámpara mágica esa de los deseos y me reservas ese que me has dicho ;-)

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  6. Yo también leía (y me encantaban) los libros de "elige tu propia aventura". Y también recuerdo el libro que mencionas, en el que no había posibilidad de llegar al planeta perfecto, salvo que hicieras trampas al destino y abrieras las páginas como te diera la gana.

    Y ese es el secreto Rita, hacerle trampas. Una y otra vez.



    P.D. Se llamaba "ULTIMA" y estaba en las páginas centrales...
    Abrazo.

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    1. Supongo que no siempre se pueden hacer trampas...
      ¡Qué buenos ratos pasé leyendo esos libros! ¡A ver si encuentro alguno por casa de mi madre y lo ojeo!

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  7. Me ha encantado esta entrada, me he reído mogollón y me has hecho pensar, porque no sé... si q es verdad q a veces las cosas se ponen difíciles entre las personas y te preguntas, por qué será? acaso es un aviso? ... me has hecho pensar tanto q puede q hasta escriba un post. He buscado la noticia en la Vanguardia de las 20.000 adversidades a lo largo de la vida, desde el 2011 q salió el "estudio" yo he tenido unas cuantas ;) jejje
    Muchos besos

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    1. ¡Muchas gracias! La verdad es que el tema da mucho de sí, ya te digo que con mis amigas hubo un gran debate que me dejó la cabeza como un bombo y aún le sigo dando vueltas al tema de vez en cuando. Escribe, escribe, estaré encantada de leerlo.
      Supongo que con lo de las adversidades, habría que ver en ese estudio qué consideran exactamente una adversidad.
      Recuerdo un viaje en el que me perdieron la maleta y tuve que ponerme la ropa que me prestó mi compañero. El primer día, la única camiseta que tenía, la rebocé en caca de paloma al apoyarme en una barandilla. Otro día, en un spa me dio un corte de digestión y me puse malísima. Al siguiente me intoxiqué con un zumo y estuve con suero los tres siguientes. Luego me robaron el pasaporte y el dinero... amén de otras pequeñas adversidades. ¿Y dónde coño estaban las señales antes del viaje que me sugirieran que no saliera de casa? ¿Me dan un bonus por que me pasen tantas cosas malas de golpe?
      ¡Besos a ti también!

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  8. Hola!!

    Te he descubierto recientemente, me parece que tienes un blog muy original y me quedo por aquí.
    Además, te dejo una sorpresa en mi blog:http://mivida-enblog.blogspot.com.es/2013/11/otro-liebster.html
    Ojala te guste!besos!

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  9. Qué buena entrada, Rita. Estupendo pulso narrativo (perdona por la pedantería).
    El destino es uno de los enemigos preferidos de los psicólogos.
    Yo tenía asumido que era el guionista preferido de Mr Bean, pero leyéndote estoy empezando a sospechar que no tenía un contrato en exclusividad.

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    1. ¡Pues me encanta tu "pedantería"! Muchas gracias por los elogios.
      Sigo creyendo en una especie de destino, pero lo cierto es que a raíz de pensar en esta entrada, mi percepción del tema cambió un poco y se hizo menos radical y más explicable desde términos psicológicos.
      No me veo demasiado Mr Bean, a pesar de que en el pasado fui muy patosa, pero desde luego cosas que me han pasado en la vida, podrían ser el guión de una película de Almodóvar. A ver si me pongo de nuevo a darle a la tecla para contar alguna de ellas.

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