lunes, 4 de febrero de 2013

El ladrón sin el traje de rayas



Corría el año 1982 cuando mi madre nos llevó a mi hermana y a mí a un mitin de Felipe González. Recuerdo perfectamente que tuvimos que coger un autobús para trasladarnos a la casa de campo. Tanto el autobús como el recinto, estaban llenos de señoras enfervorecidas a las que no les importaba que midieras menos de un metro para arrollarte y pisarte, con tal de poder llegar a las primeras filas. Ellas parecían estar asistiendo al concierto de una gran estrella de rock, y yo… creo que empezó a no gustarme la política entonces.
Crecí en una familia de derechas, fui educada en un colegio de ideología derechista, y toda la gente que me rodeaba era en su mayoría también de derechas; excepto mis padres. Obsesionada como estaba en mi adolescencia por ser distinta a la mayoría y sobre todo por renegar de aquello que hacían o decían mis padres, creo que la ideología política es de las pocas cosas que admito copié conscientemente de mis progenitores. Obtenían ese privilegio por el hecho de no ser como la mayoría de los que me rodeaban. Que yo iba para rara.
Sin embargo, llegada la mayoría de edad, lo guay era utilizar el argumento de “yo paso de política”. Mis padres me explicaron entonces  lo que les había costado llegar a la democracia, y que desaprovechar el derecho a voto era una barbaridad inadmisible, por lo que acudíamos en familia para votar y así ellos se aseguraban de que mi hermana y yo cumplíamos con nuestra “obligación como ciudadanas", como ellos decían.
Reconozco que desde entonces estuve ejerciendo mi derecho al voto más por una obligación impuesta por mis padres y por el compromiso adquirido con ellos y con su lucha por la democracia, que por un compromiso real por mi país… porque seguía sin interesarme la política. Cuando adquirí la madurez real y no la que viene determinada por tu fecha de nacimiento, seguí votando, me abstuve en una ocasión, y en las últimas elecciones sustituí la papeleta por una loncha de chorizo, porque me parecía la mejor forma de mostrar mi descontento con eso que llaman democracia –pero que no lo es- que me enseñaron mis padres.
A menudo hablo con mi madre sobre política, y aunque nuestra ideología es similar, ella sigue defendiendo el sistema de gobierno que tenemos y no ve nada malo en el bipartidismo. Yo por mi parte cada vez estoy más desencantada con cualquiera de las opciones que tenemos, y me niego a aceptar que no se escuchen a las voces de los ciudadanos que se abstienen, de los que votan nulo, en blanco o de los que confían su voto a los partidos minoritarios y que apenas consiguen tener representación en el parlamento, por culpa de un sistema de contabilización electoral (Ley D'Hont) que debería ser revisado por favorecer descaradamente ese maldito bipartidismo: o azul o rojo.
Algo va mal: no concibo cómo en las últimas elecciones generales, de los cerca de 47 millones de españoles censados y 35.779.208 en edad de votar, SOLO 24 millones y medio se acercasen a las urnas, y que baste la elección de menos de 11 millones de personas para determinar quién nos tiene que gobernar al resto. Y que encima nos intenten confundir abrumándonos con esa “mayoría absoluta” consecuencia de esta supuesta democracia. Para más inri, los votos nulos y los votos en blanco, experimentaron un nivel nunca alcanzado desde 1979 (un total de 973.518 votos), y en la práctica ese número de votos equivaldría a ser la cuarta fuerza política a nivel estatal. ¿Hola, alguien nos escucha? Me parece a mí que no. Así que esto no puede ser considerado democracia.
Y yo no entiendo cómo esos 11 millones de votantes del PP no están quemando contenedores y rompiendo marquesinas, indignados por haberle otorgado su voto a un partido que ha incumplido todos y cada uno de los puntos de su programa electoral y que lleva 15 meses mintiendo. Once millones de personas que le han dado carta blanca a su presidente para seguir haciendo lo que le salga de los mismísimos durante cuatro años. ¡Los indignados de verdad deberían ser esos votantes!
Pero todos sufrimos los recortes, vemos mermados nuestros derechos y avanzamos hacia atrás. Y con el agua al cuello haciendo malabarismos para poder VIVIR (o sea, un derecho fundamental), los escándalos de corrupción no hacen más que salpicar al PP: todos nosotros endeudados hasta las orejas y ellos podridos de dinero gracias a cuentas que “supuestamente” no cuadran.
Y de nuevo no entiendo cómo esos 11 millones de votantes del PP no están asaltando bancos y comercios, indignados por haber dejado a su país en manos de alguien que ante tan graves acusaciones tarda dos días en comparecer en una rueda de prensa que de haber sido de otra manera, se podría haber entendido la tardanza, pero es que su aparición ha sido un chiste: en una pantalla de plasma (porque junto a él sólo estaba la cúpula de su partido, como si sólo tuviera que rendirle cuentas a ellos) y sin aceptar preguntas: ¿A qué le teme el señor Rajoy? ¿Es esa la transparencia de la que aboga? ¿Pase lo que pase no se va a inmutar y va a seguir haciéndose el sordo? ¿A qué juegan cuando se defienden diciendo que van a hacer públicas unas declaraciones que YA son públicas de dinero “A” donde jamás pueden aparecer los sobres cobrados en “B”? ¿Van a facilitarnos también los datos de su patrimonio de los últimos 12 años? ¿Van a explicar algo de verdad? ¿Y cómo puede ser que los que le defienden utilicen como único argumento el hecho de que le consideran un hombre “honesto”? ¿Acaso los ladrones llevan un cartel que dice L-A-D-R-O-N?
Y entonces me he acordado de una anécdota de mi sobrina de 5 años. Fue testigo de cómo unos dependientes corrían por la calle detrás de un mangui al que habían pillado con las manos en la masa en su tienda. Ella contaba que un señor (el ladrón), estaba gastando una broma a los dependientes, porque había hecho como que se llevaba una cosa de la tienda pero que era mentira, porque él no era ladrón, porque claro, ese señor no llevaba un traje de rayas. Porque en los cuentos, los ladrones llevan traje de rayas. Y añadió: “A lo mejor llevaba el traje de rayas debajo del pantalón y del abrigo”.
Y yo pensaba que ojalá los ladrones llevasen siempre un traje de rayas. Igual así las cosas apestaban un poco menos.

 




FUENTE: Wikipedia

8 comentarios:

  1. Tiro un euro esloveno al aire4 de febrero de 2013, 1:15

    Acabo de pensar: Qué suerte tiene tu sobrina de tener 5 años...

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    1. Sí, todo era más fácil cuando éramos inocentes.

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  2. Yo sigo teniendo la impresión que los hijos de todos los que lucharon por nuestros recién perdidos derechos debemos de ser adoptados pq no nos parecemos a ellos en nada.

    Creo que todxs estamos pillados por una hipoteca y eso nos hace débiles, nos roba capacidad de movimiento para luchar.

    Todxs con las mismas inquietudes, todxs con la misma impotencia. :(((

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    1. Pues a mí me enorgullece poder ir a las manifestaciones del brazo de mi madre, porque al final esto nos afecta a todos, da igual la ideología. Y me encanta ver a viejecitos que acuden por el futuro de sus hijos y nietos.
      Y bueno, yo no tengo ninguna hipoteca ni hijos, pero me preocupa en lo que se está convirtiendo el país, que los servicios básicos resulta que ahora son un lujo, que nos están ahogando cada vez más, y entiendo que en tiempos de crisis haya que arrimar el hombro, pero joder, que empiecen los políticos dando ejemplo.

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  3. Después de huelgas y manifestaciones yo me quedo con la impresión de que no estamos respondiendo de la manera adecuada, la cuerda que ahora nos ahoga cuelga de otro árbol, pero seguimos respondiendo con métodos del siglo XX.

    Nos han lavado el cerebro para que creamos que el sistema no funciona, que hay que apretarse el cinturón e ir regalando nuestros derechos, volver a recuperarlos va a ser muy muy difícil.

    Los políticos estarán blindando con Europa su futura jubilación y les importa tres narices que el barco se hunda, las ratas siempre salen a flote.

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  4. Totalmente de acuerdo en el segundo y tercer párrafo. Sobre el primero, ¿qué métodos se te ocurren? Tengo amigos que opinan que sólo nos queda recurrir a la violencia, pero yo creo que eso nos restaría todos nuestros argumentos. Sinceramente, no se si estamos consiguiendo mucho, creo que todo lo que empezó con el 15-M es el germen de algo que dentro de unos años será muy importante, pero de momento, creo que lo único que tenemos es el derecho a la pataleta. Esperemos que no nos quiten eso también.

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    1. Hay dos maneras de cambiar este sistema que no funciona, desde fuera y por la fuerza (creo que el coste es muy alto y la gente no está por la labor) o desde dentro. El 15M debe de seguir, pero creo que ahí hay gente muy válida, creo que deberían haberse presentado a las últimas elecciones, muchos les habríamos votado, ya sé que son asamblearios, que no hay líderes, bla, bla, bla; lo que ocurre cuando no hay un/a guía es que la gente se va cansado, la fuerza se disipa y toda esa ilusión se queda en nada.

      No sabemos muy bien cual es el objetivo de esta crisis. Está creada por alguien interesado en que la incertidumbre, el miedo, el paro existan. Y ¿cómo luchar si no sabes quién es tu enemigo? Un amigo dice que a Alemania (y supongo que también a Francia) les interesa que en Italia, España, Portugal haya muchos parados, ellos necesitan mano de obra preparada y que no de problemas de integración, que la crisis empezará a remitir cuando los alemanes quieran. Tiene su lógica.

      El tema de la violencia es peliagudo, por aquí arriba estamos acostumbrados a luchar en muchos frentes, a veces hay enseñar los dientes para que vean que puedes morder. La violencia no es una solución, pero no creo que te reste argumentos (juegan con esa doble moral, ellos no tienen escrúpulos en machacarnos pero nos quieren hacer sentir culpables porque ¿en una mani se ha roto una marquesina¿?????). Supongo esos que los que nos aprietan el cuello lo tendrán bien medido, pero está claro que cuando no tienes mucho que perder el dilema ético de “violencia si o no” queda muy diluido. Ojalá no tengamos que llegar hasta ahí.

      Ufff, que chapa te he metido. Me gusta tu blog. Te dejé un mensaje junto a tu comentario en el mío, léelo que luego lo quiero borrar.

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    2. No puedo estar más de acuerdo con tu exposición. Gracias por pasarte y por tus palabras :-)

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