sábado, 9 de febrero de 2013

Erotismo chabacano


En el mundo virtual me crucé con un personaje que navegaba también por los portales de encuentros y cuya táctica de acercamiento me sorprendió especialmente.
Sin haber interactuado previamente con él, me envió un correo privado cuyo contenido era un relato pseudo-erótico bastante interesante pero en el que quizá eché en falta algo más de sutileza. La sinopsis podría ser algo así como la historia de dos desconocidos que empiezan a chatear por internet y deciden cometer la locura de quedar en la casa de ella esa misma noche. Sin apenas conocer nada el uno del otro, acaban echando el polvo de su vida. Pero de repente ella hace algo que le hace perder a él la cabeza y huir de la casa desesperado. FIN.
Y ahí te quedas tú con la intriga y el dolor de barriga de saber qué ocurrió.
“El escritor” hacía en su relato una descripción pormenorizada de la anatomía de los órganos sexuales de los protagonistas y de los cambios que éstos experimentaban a medida que iba creciendo su excitación hasta que llegaban al clímax (que conste que normalmente no soy tan fina, pero siempre he querido hablar de estas cosas como lo hacían en la revista “Nuevo Vale”).
El caso es que “El escritor” había repasado a conciencia todo mi perfil en el portal de encuentros y había mirado con lupa mis fotos. En base a mi descripción y a mis gustos, creó a la protagonista de su relato a mi imagen y semejanza. No hace falta ser muy perspicaz para adivinar que el protagonista masculino evidentemente era él.
Sentí una pizca de alegría porque parecía que por fin alguien se había detenido en mi perfil y había conseguido leer más allá de las tres primeras líneas, y además había creado una historia sólo para mí. Pero también experimenté una mezcla de confusión y de asco, porque una no espera que la historia de amor con el candidato a príncipe azul empiece directamente con él comiéndote el mismísimo. Admito de todas formas que me regodeé un poquito en mi ego recién insuflado consecuencia del increíble atractivo que al parecer emano a través de la pantalla, un atractivo per se como para que alguien decidiera nombrarme musa de sus sueños.
Aunque tengo la mala costumbre de no contestar a la gente que a priori por el motivo que sea no me interesa, en esta ocasión sentí la necesidad de decirle a “El escritor” que agradecía el detalle de haberme metido en su fantasía sexual así porque sí. No obstante, también le dije que aunque no era ese el tipo de mensajes que esperaba recibir, su historia estaba muy bien escrita y la maruja que hay en mí le preguntó por el final de la historia.
Volvió a escribirme para pedirme disculpas por lo abrupto del primer contacto, y me anunciaba que continuaría el relato para mí, pero me pedía que a cambio le escribiera de vuelta contándole lo que pensaba del nuevo texto, y me indicó que le gustaría que hiciera hincapié sobre todo en las sensaciones físicas y mentales que experimentaría al leerlo, e incluyera detalles como hora del día en que leo y respondo, qué estoy haciendo, qué llevo puesto, etc.
Acojona, ¿eh? Y piensas que menudo rarito, que este lo que quiere es pelársela a tu costa, pero al fin y al cabo lo bueno de internet es el relativo anonimato y que cuando te cansas de alguien no tienes más que cerrar la ventanita. E incluso puedes inventarte un personaje y seguirle el rollo a quien te escribe.


Su siguiente correo se titulaba “La línea 10”. Desgraciadamente no era la continuación del relato inicial. No era la versión 2.0 de “Pretty Woman” en la que la descarada que había invitado a un desconocido a su casa  se enamoraba del susodicho para acabar siendo felices y comiendo perdices.
Era una nueva historia muy bien contada también pero que rayaba lo pornográfico. Resumiendo: el pene del chico sentía un flechazo por una de las ocupantes del vagón de metro en el que viajaba, y ahí que disfrutaba de que fuera hora punta para así poder arrimar cebolleta por eso de ir como sardinas en lata. Y se quedaba tan prendado de ella, que procuraba coger el metro siempre a la misma hora con la ilusión de volver a encontrarla y poder repetir el fregoteo. Puritito amor, vamos.
La “La línea 10” era un festín de detalles obscenos y grotescos sobre el pene on fire del protagonista que se ve que lo pasaba francamente mal apretujado en el metro, convencido de que si su excitación seguía en aumento, iba a reventar su bragueta, y sufriendo el pobre por si el roce constante con las nalgas de su "enamorada" y el traqueteo del tren harían llorar al cíclope calvo, causando con ello un bukake improvisado en el vagón donde todos iban a recibir un poquito de su lechoso regalo.
Y qué quieres que te diga, mira que yo tengo bastante furor uterino, pero no sé por qué cuando leo algo y veo la palabra verga, cuando escriben sobre capullos enrojecidos latiendo, o describen humedades en los bajos de las mujeres que no podrían disimular ni contener ni una Tena Lady, pues como que se me baja la libido. Para excitarme no necesito que me den tantos pelos y señales; prefiero un planteamiento menos genital y más sensual o sugerente.
Le escribí indignadísima una redacción de dos folios que supongo no satisfizo sus problemas onanistas, contándole lo que sentí antes, durante y después de leer “La línea 10”. Le expliqué lo cabreada que estaba porque me hubiera dejado sin mi historia romántica de película de final feliz, y también le dije que no había sentido ningún tipo de cosquillitas en mis partes, que no me ponía, que me resultaba soez, y que no entendía que un desconocido pudiera atreverse a enviarme algo así, que ignoraba cuáles eran sus intenciones pero que no me gustaba un pelo.
Volvió a contestarme explicándome que lo que buscaba era que con sus relatos, las mujeres fuéramos conscientes de nuestras inhibiciones en materia sexual para así conseguir que traspasásemos nuestros límites. Quería abrir nuestras mentes, no nuestras piernas. ¡Iba de redentor de las mujeres reprimidas que no habían tenido un orgasmo en su vida! Menudo iluminado... Tuve que decirle que conmigo se equivocaba de destinatario, porque lamentablemente ni me divertía ya el juego ni me he cohibido nunca a la hora de disfrutar de mi sexualidad sola o acompañada. Así que me despedí de él deseándole mucha suerte en su proyecto de concienciación sexual femenina.
Lo más curioso del caso es que un mes más tarde de este intercambio de correos, le reconocí en la portada de la revista cultural de “El País”. Resulta que “El escritor” no era un pajillero aficionado, era un escritor de verdad, y por lo que se ve con relativo éxito como para llegar a ser noticia en un medio por lanzar al mercado la que era ya su tercera novela de temática erótica.
A pesar de que la historia con “El escritor” fue mi enésimo fracaso en la búsqueda del príncipe azul, reconozco que la anécdota nos dio a mis amigos y a mí para unas cuantas risas, sobre todo cuando decidí deleitarles con la lectura de sus cuentos con mi voz más calenturienta.
Y hace poco, en la celebración del cumpleaños de una amiga a la que regalé el libro "Cincuenta Sombras de Grey", repetí con éxito la gracia de hacer frente a las invitadas una lectura dramatizada de parte del libro. Las nenas querían más.
Por todo esto, me estoy planteando si encaminar mis pasos hacia el doblaje de películas porno, o montar un club de literatura erótica en el que con unas copitas de vino podamos compartir lecturas, interpretaciones y críticas mordaces de los libros. Al parecer este tipo de clubes no hacen más que proliferar en Londres a raíz del éxito de las novelas de E.L. James, y por lo tanto las tardes de lectura lasciva ahora son tendencia… ¿cómo lo ves?




7 comentarios:

  1. Tiro un euro esloveno al aire12 de febrero de 2013, 16:03

    A really naughty story ;)

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  2. Mira que eras su musa y ahora lo has dejado huérfano. Es muy curioso lo que ocurre en ese mundo, y a pesar de los pesares ¡Divertido!

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  3. Me ha encantado el post, aunque creo que has sido un poco -y nunca mejor dicho- dura. xD Bien es cierto que si es un portal de encuentros, como dices (ahora siento curiosidad), quizá el asunto debía haber sido ir a otra cosa. Supongo que en el fondo es su método de "conquista" y sois vosotras las que decidís si entrar al trapo o no, y tú entraste. Otra cosa es que prefieras la literatura erótica más light, pero te diré que aunque se le llame erótica, en realidad es pornográfica. Al menos la auténtica, que se puede encontrar en páginas de relatos "eróticos" y demás, otra cosa son las mariconadas edulcoradas que salen a la venta para un público mainstream. Pero yo soy defensor, en estas lides, de ser absolutamente explícito. A mí eso de llamar "sexo" al coño o leer "acaricié su erección" en vez de "agarré su polla" pues, la verdad, me parece de chiste.

    En fin, para ser el primer comment en tu blog temo dar una imagen demasiado... demasiado. xD

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    1. Creo que el autor no buscaba ligar, creo que simplemente buscaba promocionar su obra, no se.

      Lo cierto es que no soy consumidora habitual de literatura ni erótica ni pornográfica, aunque hay infinidad de libros que no son catalogados como tales pero que incluyen pasajes bastante "heavies". Me viene a la cabeza por ejemplo "American Psycho", y llámame rarita, pero las escenas de sexo que describía sí que me ponían.

      Y estoy contigo, que puestos a leer este tipo de género, a mí que llamen a las cosas tal cual son, nada de llamar "sexo" al coño o "néctar" al flujo. En fin, pero tiene que haber gustos para todo.

      ¿Y a quién le importan las impresiones que causemos? Aquí cada uno es libre de opinar cómo y lo que quiera, siempre que se haga desde el respeto.

      Muchas gracias por pasarte, X.

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  4. Desde luego no me negarás que fue original, jaja, lástima haber llegado tantos años tarde a esta idea.

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    1. Hombre, ligar lo que se dice ligar, el chico no lo consiguió, al menos conmigo. Y dudo que con otras chicas colara, pero vaya usted a saber!
      Me da rabia haber perdido esos correos donde aparecía su nombre. Pero es una historia real como la vida misma.

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