lunes, 8 de septiembre de 2014

Becuma


Bonita peliroja, ilustración de Paula Bonet
http://shop.paulabonet.com/es/
Becuma, de encantadora belleza pálida, carnes macizas, largo pelo rojizo, labios jugosos y mirada cautivadora, era una mujer ante la que los hombres sucumbían. El movimiento cadencioso de sus anchas caderas y su sonrisa pícara los enloquecía a todos. Pero aunque por fuera luciese atractiva y resplandeciente, Becuma se desmoronaba en su interior, y la tristeza colmaba su espíritu. Dice la leyenda que aquellos que la veían, debían mantener relaciones sexuales con ella, pero por algún motivo, nunca se enamoraban.

Becuma quiso romper el maleficio que la condenaba a estar sola, y en una noche de San Juan, acudió a la playa y se postró desnuda ante la luna llena. Enloquecida por su resplandor sobre el mar, se empapó el cabello siete veces en el agua salada. Cerró los ojos y trató de permanecer quieta entre el suave vaivén de las olas, añorando todos los hombres perdidos. Deseó controlarles, torcer su indiferencia hacia un interés genuino y doblegar su voluntad para que todos ellos la amaran.

- Cordis tuum mecum est hommes – le gritó a la luna. De pronto las olas empezaron a mecerla con más intensidad. – ¡Cordis tuum mecum est hommes! – volvió a repetir aún más alto. La tercera vez que pronunció el conjuro rugió el mar, y entonces acudió el Diablo a su llamamiento:

- Mendiga ayer, hoy reinarás. Juguete de los hombres, serás la amada de Satán. Nadie como tú conocerá el placer y gemirás con espanto al amar, recibiendo en tu alma el poder de destruir el origen de tu pesar.

*****

A Virginia, que escuchó en alguna ocasión la historia de Becuma de boca de su abuela, le apasionaban todos esos cuentos de terror que almacenaba en su habitación y que había leído y releído tantas veces. Le encantaban la magia, los horóscopos, echar las cartas y los fenómenos paranormales.

Desde pequeña se sentía diferente a otras personas; en ocasiones soñaba lo que les sucedería, era capaz de sentir la presencia de parientes difuntos y otras energías, o de contestar preguntas que aún no se habían articulado.

Su abuela venía de una larga tradición de curanderas, y de ella aprendió la alquimia de la herboristería y las fórmulas mágicas de recetas secretas. Sin embargo Virginia quiso ir más allá cuando cayó en sus manos un libro de Scott Cunningham tituladoLa Magia de los Cuatro Elementos". Solía decir que los trucos no existían, que la magia era real.

Al crecer, las diferencias con el resto y las premoniciones se hicieron más marcadas. En el barrio corrió el rumor de que era medio bruja; un par de vecinas amargadas, la culparon de todos sus infortunios, suponiéndole poderes especiales para encantamientos de toda índole. Incluso una de ellas comentaba que la había visto “con aspecto de levitación”.

Los malos presagios atormentaban cada vez más a Virginia, incapaz de negar sus dones o de impedir que éstos crecieran, y al mismo tiempo, también aumentaba su sufrimiento y desesperación. – Estás chiflada – le solía decir la gente. Fue la ignorancia sobre lo que en realidad le ocurría, la que le llevó a un breve ingreso hospitalario en la unidad de psiquiatría.

Algunos años de terapia después, consiguió dejar a un lado la magia y decidió aplicar a la cocina su buen hacer en la combinación de los distintos ingredientes. “La alquimia de su cocina es sagrada”, decía una de las innumerables buenas críticas que empezó a recibir su restaurante.

Fue precisamente en el restaurante donde conoció a Juan, su amante en los últimos años, un músico que siempre que su gira se lo permitía, era asiduo a sus mesas; devoto de sus platos y sobre todo del postre que siempre le esperaba cuando cerraba el restaurante. Él era un hombre carismático e interesante, en ocasiones frío y sarcástico, otras veces un caballero dulce y gentil, con un agudo sentido del humor, capaz de crear un extraño poder gravitatorio a su alrededor. Juan era el típico conquistador, más preocupado por sí mismo que por el entorno, y eso incluía a Virginia. Sin embargo consiguió hacer que ella se sintiese más que agradecida por poder compartir algunos de los momentos de la vida de un ser tan único como él.

A pesar de que Virginia no saboreaba sus besos en exclusividad, se sentía feliz por ser la favorita de Juan, hasta que un día éste le encontró una sustituta y ella cayó en la desesperación. Fue un 24 de junio.

- Qué ironía – pensó observando su reflejo y el de una espléndida luna llena sobre las aguas del estanque del Retiro. – Maldigo no poder ser más su costumbre, pero juro que al menos seré el eterno recuerdo – se dijo fijando la vista en la luna.

*****

Juan no volvió a saber nada más de Virginia. Se comió las ganas de escribirla como tantas otras veces durante las primeras semanas desde su ruptura.

Unos meses más tarde, tuvo un pequeño accidente de coche. Había acabado embistiendo al coche delantero al quedarse embelesado contemplando la Puerta de Alcalá y al fondo la entrada al Retiro. A consecuencia de aquel despiste, sufrió un esguince cervical y empezó a padecer un dolor crónico en el hombro izquierdo. Solía enganchar un resfriado tras otro y no acababa nunca de recuperarse del todo; no era de extrañar, con lo mal que se alimentaba. Semanas después surgió una plaga de cucarachas en su casa, que probablemente apareció tras unas obras en el patio interior. También se le vino abajo un proyecto de trabajo, pero la verdad es que las cosas no iban bien en la empresa desde hacía bastante tiempo.

Gonzalo, su compañero de departamento, le propuso visitar a una naturópata y acupunturista conocida por tratar a importantes futbolistas, a ver si conseguía que se mejorase un poco.  Decían de ella que con sólo sentir el pulso, podía ver lo que ningún estudio científico era capaz de detectar: el historial clínico y emocional de las personas, es decir, los impactos que la experiencia de vida dejaba registrados en el cuerpo, y que se manifiestan a través de dolencias o padecimientos físicos, mentales o espirituales. Sin embargo no fue capaz de notar nada raro en Juan, aparte de la contractura en el omóplato, falta de vitaminas y un severo estrés.

Darío, su mejor amigo, le sugirió bromeando que quizá alguien le había hecho “algún trabajillo”. A él Virginia siempre le pareció un poco rara, y lo que más le extrañaba era que su gata, que solía buscar los mimos de las visitas y era de lo más social, bufase sólo a Virginia cuando iba a su casa y corriera despavorida a esconderse.

Para comprobar si había algo de magia negra, leyeron que tenía que dejar durante trece días unas tijeras bajo la cama en forma de cruz, entre el colchón y el somier, a la altura de donde colocaba el pecho al dormir. Si las tijeras se volvían negras, entonces es que le habían echado algún mal de ojo. 

Lo cierto es que pesar de que Juan había rehecho su vida junto a otra persona, algo le decía que Virginia estaría siempre presente y no era capaz de borrarla de su memoria. De hecho, cuando se tocaba pensaba en ella. Sólo conseguía eyacular si recreaba su bonito rostro, y cuando estaba con su pareja, no era a ella a quien veía, sino a Virginia. Y la odiaba por eso.

Trece días más tarde, amaneció como cada mañana con el pensamiento de Virginia. La imagen en sueños de sus pechos le produjo una erección, y después de masturbarse, tomó la suficiente determinación para mover el colchón. Entonces comprobó que las tijeras seguían intactas con su color cromado.

- Maldita hija de la gran puta, ¿por qué tenía que ser el sexo tan mágico contigo que no te quito de la cabeza? – pensó.


A Juan siempre le quedaría la duda sobre cuánto había de cierto en ese pensamiento.




FUENTES DE INSPIRACIÓN:

27 comentarios:

  1. Qué relato tan intenso... Anda que molaría hacer brujería (pero de la buena. Jajaja). Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias Alter! Pero según cuenta tu gato, algo de brujería haces, no? Jajajaja. Mua!

      Eliminar
  2. Esto me recuerda a una chica de Granada. Seguiré "maldito"? jajaja. Un besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Cuánto tiempo sin verte por aquí, compi! Qué te haría esa chica, o más bien qué le harías tu! Mua!

      Eliminar
  3. Muy bueno! El tema interesantísimo y además escrito en forma perfecto. No soy quien, pero te felicito sinceramente.
    Un beso grande

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues viniendo de ti, es mucho, de veras. Ha sido todo un reto lanzarme a escribir algo así, por lo que me alegro mucho de haberlo pasado y con nota según tú. Mil gracias.

      Eliminar
  4. Esta mezcla de realismo y magia me atrapó. Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y que en realidad no hable de la gata de Darío que es un personaje inventado, sino de la tuya que me odia, eh? Pa servirla, señora!

      Eliminar
  5. Me encantan los cuentos de mujeres poderosas que no saben dejar de serlo a tiempo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues fíjate que hasta que no lo has dicho no había caído en la cuenta de que quizá a la protagonista se le fue de las manos su poderío. Gracias por hacerme pensar.

      Eliminar
    2. Yo iba a decir que me encantaría tener algún poder, pero que puede ser peligroso si no se puede controlar. Creo que se la fue más de las manos a Becuma que a Virginia.

      Me ha gustado mucho. BSS

      Eliminar
    3. Bueno, es que Virginia la pobre no hizo nada más que echar de menos a Juan y desear que él siempre la recordase, como ella haría con él, pero ni hechizos ni nada. Becuma en cambio se pasó de lista y por repetir 3 veces el conjuro, se le apareció el Diablo.
      Yo creo que estas cosas siempre se acaban yendo de las manos y se vuelven en tu contra multiplicadas. Mejor no abrir puertas que una vez abiertas no puedas cerrar.
      Muchas gracias por entretenerte :-)

      Eliminar
  6. Me gusta, si señorita, me gusta mucho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hombreee, cuánto tiempo! Me encanta que te guste. :-)

      Eliminar
  7. Ya empezamos en el mal camino, he perdido por segunda vez mi comentario, en fin, volveré a empzar.

    Te decía que me ha gustado mucho el relato, tiene buena dinámica. no me gustan cuando decaen en su desarrollo y el tuyo me ha enganchado.
    Además el tema me apasiona.

    Ahora sólo queda, ir leyendo poco a poco tus anteriores entradas para poder conocerte mejor.

    Hasta pronto, Rita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Yeste, me alegro de tu vuelta a tu casa y a la de tus vecinos y que hayas parado en la mía. Espero no chafarte si te cuento que esta es la primera vez que escribo eso, un cuento, pero viendo el éxito, igual me animo a escribir más idas de olla como esta.
      ¡Mira que os gusta a todos lo de la brujería, eh? Habrá que ver vuestras escobas!

      Eliminar
    2. jajajaja, la mía es laaaarga y muy cómoda, dado que la utilizo muy a menudo, jeje.

      Cuando se tiene estilo al escribir y se pone corazón al hacerlo, sale bien aunque sea la primera vez.

      Eliminar
  8. Ni se te ocurra hacer lo mismo no sea que se claven las tijeras y jodamos el colchón nuevo

    ResponderEliminar
  9. Respuestas
    1. ¡Aquí hay tomate! (Perdón por el chiste malo).
      Gracias, Orlando.

      Eliminar
  10. Contar chistes no es lo tuyo . ^_^

    ResponderEliminar
  11. Es que no era magia negra, sino verde...jajaja.

    Me ha encantado!

    Besotes!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. O igual era rosa, que es que hay hombres que prefieren negar sus sentimientos antes que dejarse atrapar por ellos :-)

      Eliminar
  12. Se le pasará.
    Cualquier noche. Con cualquier rubia.

    ResponderEliminar

No te cortes, di lo que sea que aquí no hay censura